Blogia
El Puente. León Molina

Un miedo nuevo

Un miedo nuevo René Descartes dijo que “la filosofía es la que nos distingue de los salvajes y bárbaros; las naciones son tanto más civilizadas y cultas cuanto mejor filosofan sus hombres”.  Si esto es así puede que debamos preocuparnos por nuestro grado de civilización, pues no parece que el filosofar viva su momento de mayor gloria entre nosotros. El filosofar puede ser entendido como aquella actividad del conocimiento que llevan a cabo los filósofos cuando intentan responder a las preguntas fundamentales que platea nuestro mundo. Pero también puede ser entendido como el sencillo y común razonar de cualquier persona cuando hace ese mismo ejercicio con la información y conocimientos que tiene a la mano. Esta actividad se lleva a cabo sobre todo en base a la lectura y el razonamiento y en el intercambio de ideas con los demás. Y ahí es donde nos duele. Hace poco, hablando con un amigo, le comentaba mi preocupación acerca de si me podría estar convirtiendo en un pedante o un engreído, pues tengo la sensación de que cada día es más difícil y resulta más infrecuente poder tener una conversación de cierta profundidad, de cierto rigor y complejidad de ideas. Que mi amigo me confirmara que a él le pasaba igual, me consoló un poco en lo personal, pero me confirmó mi preocupación en lo relativo a nuestra sociedad. Sucede por lo común que cualquier conversación que vaya más allá de las liviandades del anecdotario de la actualidad es tachada de coñazo, rollo o “rayadura de cabeza”. Por lo que sucede incluso que aquellos que tienen alguna consideración de cierta profundidad que hacer se autocensuran para no pasar por pesados o muermos.  Solemos coincidir en el reconocimiento autocomplaciente de que este país va muy bien, mejor que nunca antes en su historia, lo cual presupone que lo bien o mal que vaya el país es una consideración económica y de bienestar en general, olvidándonos de la consideración de Descartes que se cita al comienzo de este artículo. España no es ciertamente una potencia histórica en eso del filosofar, ni en el aspecto académico ni en el popular y puede que el mayor motor de discusión, más que el razonamiento, haya sido siempre el desacuerdo, encontrar el modo de demostrar que el otro no lleva razón. Quizás el único escape a esa pobreza intelectual haya sido el estilo de vida callejero, alegre y pausado que construyó en los españoles su historia y quizás también su clima. Pero ese estilo de vida está desapareciendo con el rodillo cultural anglosajón que nos conquista. De este modo, ¿qué nos va a quedar?. Da un poco de miedo

0 comentarios