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El Puente. León Molina

Por qué están ahí

Por qué están ahí

Los países y las sociedades que los conforman están provistos de un gran impulso debido a la inercia. Existen ordenamientos jurídicos, infraestructuras de todo tipo, flujos de movimientos comerciales, sociales, culturales, etc. Y así, cuando un gobernante llega y se sienta a los  mandos, no tiene que inventarse ni poner en marcha un país como si empezara de cero, porque el país está, mejor o peor, en marcha. Su margen de acción es relativo y limitado y lo que puede hacer es retocar, mejorar, ajustar, si se descartan los momentos de convulsión revolucionaria. Pero además resulta también que dentro de ese ámbito de lo que teóricamente puede hacer, la realidad vuelve a recortar el universo de posibilidades; existen poderes extragubernamentales que marcan ciertas líneas en el suelo, existen necesidades de acuerdo con otras fuerzas políticas, existe un marco supranacional en el que estamos metidos, existen cambios que son aceptables para la población y otros que no lo son, y otro sinfín de circunstancias que limitan el poder de decisión.  Existe otro más que se suelen autoimponer los propios gobernantes por el interés de desarrollar cambios que tengan resultados en el corto plazo porque la lucha por el mantenimiento del poder  es consustancial con la política y la organización que le ha puesto ahí presionará para que la toma de decisiones se haga siempre mirando hacia las próximas y siempre cercanas elecciones.  De modo que hay demasiadas fuerzas que empujan limitando la capacidad de acción de un gobierno.  Con esto,  los gobiernos pueden salir adelante haciendo poco, siempre y cuando esa inercia del país navegue con viento favorable. Pero cuando los vientos son contrarios, y además soplan con la virulencia que lo hace actualmente con la crisis, la cosa cambia drásticamente.  Aquí los marineros de bajura son incapaces de mantener el rumbo, bien porque no harán lo suficiente, bien porque caerán en la histeria. Los políticos mediocres, ciudadanos romos,  polillas aparatistas que apenas conocen más mundo que las reuniones de partido y el trasiego de canonjías en los pasillos, se ven enfrentados a tareas muy superiores a sus sueños de reformitas,  cochecito oficial y agenda de inauguraciones por mares encalmados. Desde que comenzó la crisis lo hemos comprobado; un país con problemas les viene grande.  La reflexión debe ser por qué están ahí. 

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