2007
Forofos
Cultura gitana
Evo y Chaves
Hacer el tonto
Mi nombre es rojo
Termino de leer Mi Nombre es Rojo de Mercedes Díaz Villarías y he sido arrastrado por una energía cadenciosa y he sido abandonado en el placer de lo extraño y de lo auténtico. ¿Dónde pusite, Mercedes, las instrucciones para bajar de nuevo al mundo?.Me ha azotado un viento que me arranca las hojas volando con gracia, ahora que yo era un árbol a punto de ducharse y salir a tomar unas copas si es que quedan amigos. Y las hojas que caen tienen memoria. Mira: La voz ajada de Billie Holiday poniendo los muslos de su voz en mi cuello. El aliento inacabable de Walt Whitman y su verso corto de ciclo largo. Los hallazgos de Aleixandre, sus gemas puras fraguadas en el carbón de la incosciencia. Y la larga fila de palabras de Altazor cayendo en sus paracaídas sobre el mundo. Un aroma de experiencias auténticas vividas en tiempos de la más venerable locura me embargan. Leo de nuevo. ¿He oído la trompeta de Chet Baker?. Un encuentro imposible de Lou Reed y Jaco Pastorius para hacer sonar la depravada perfección de la belleza en un tugurio que yo compraré algún día y lo pondré en la playa cuando me retire. Mi Nombre es Rojo es música. Mi entendimiento pidió rápidamente un güisqui. Esta noche los músicos estaban tocando de verdad. Los neones, las hamburgueserías, las noticias incomprensibles de los diarios, la mala vida en los hoteles, los aviones, el extenso pequeño mundo, les mordían sus oídos ancestrales. Y sonaba la música nueva con la belleza antigua, inalterable, de la tristeza.
Noche memorable en el club Mi Nombre es Rojo. Algún día encontraré uno de esos discos raros y perdidos con la grabación de aquella noche hecha en un cassette bajo la mesa y sólo con tocarlo recordaré toda la música mientras recuerdo también que yo estuve allí. Pero eso no importa ahora. Esta noche mi corazón es rojo. Sí.Miradme, estoy plena sobre aguas turbulentas. Si. esta noche mi nombre es rojo: El cuerpo estoy desecando escurriendo el corazón ente costillas de lienzos aún blancos, instanténeas digitales, minidiscos/ pantis y papeles./ No me interesa no me interesa/ aquí nunca nada (lejos de viajes a lo lago de túneles) sucede, alguien sube el volumen de un tema atroz al lado. Si ocurre algo procuro olvidarlo./ Voy a olvidarte porque vas a hacerme daño./ Permanezco aquí en el cuarto como víbora negándose a mudar la piel, entre sí todas las cosas desordenadas. Padre, quiero más vida y una fuente inagotable de energíalimpia e inagotable. Yo estuve allí. De la tristeza de los músicos, surgió una fuente inagotable de energíaAgua y alarma
Error político
Encuentros con Ciberdios
Los premios literarios
Un mundo sanmarinado
Los tigres
Nacionalismo plasta
La función pública
Madeleine MacCann
El Consejo Editorial
Un país normal
Sol mestizo
Llega de nuevo a nuestra ciudad el Sol Mestizo. Para los pocos que no conozcan este evento, diremos que es un festival organizado por la agrupación local de Amnistía Internacional en Albacete. En el mismo se desarrollan conciertos, exposiciones, talleres variados y distintos eventos festivos que tienen como trasfondo la idea central que mueve a esta organización; la defensa y protección de los Derechos Humanos en todos los países y bajo cualquiera de sus manifestaciones. Pocas organizaciones no gubernamentales han conseguido un prestigio como el que ha alcanzado AI, a la que se le reconoce sobre todo una inquebrantable independencia que le lleva a denunciar las violaciones de estos derechos en países con regímenes de todos lo colores. Casi ninguno se escapa de sus denuncias. Sol Mestizo se organiza este año en torno a la campaña Un niño no es un soldado. La atrocidad que consiste en arrastrar por los más variados medios a los niños a los frentes de batalla no es un caso aislado o raro. En este momento, trescientos mil niños combaten rifle en mano por todo el mundo, solamente en la República Democrática del Congo hay más de once mil movilizados. Sus tareas suelen ser las más peligrosas: servir de señuelos, desactivar minas, espiar posiciones enemigas, guardaespaldas y esclavos sexuales de los combatientes adultos. Para doblegar su voluntad se les administran drogas y alcohol, se les aterroriza sometiéndolos a abusos sexuales o se les obliga a cometerlos ellos. Aunque fueran unos cuantos, ya sería razón más que suficiente para luchar por contener esas prácticas, pero son trescientos mil. Piensen en esa cantidad, casi el doble de la población de Albacete, una muchedumbre de niños la mayoría de los cuales no conseguirán llevarán nunca una vida normal. Muchos no quieren volver a sus lugares de origen, algunos se suicidan. Es una salvajada de una enorme magnitud. Y se produce en este mismo mundo, en este mismo momento en que usted lee esto, en el mismo momento en que nuestros niños están afortunadamente ajenos a estos dramas. Los activistas de AI, ante esta situación deciden no quedarse quietos o mirar para otro lado y mantienen una intensa actividad de toma de información, denuncias, formación y concienciación en los lugares de mayor riesgo. Su prestigio y su red internacional de apoyos de gente de todo el mundo les da fuerza para conseguir resultados. Es una lucha noble y necesaria, por lo que los días 24 y 25 de Agosto, todos deberíamos acercarnos a brindar con ellos por ese mundo más justo por el que luchan.
Semanas culturales
Gente abollada
El grupo albaceteño Surfin´ Bichos hablaba en una canción de la “gente abollada”. Lo hacía particularmente el compositor de la música y la letra de la canción, Fernando Alfaro, uno de los músicos más originales y sugerentes que ha dado la música de los últimos tiempos en España. Por otra parte, un libro del genial humorista gráfico Quino, se llamaba del mismo modo: Gente abollada. Desconozco si Fernando se inspiró en Quino para titular su canción o fue una coincidencia. Poco importa. El caso es que ese título y esa idea son utilizadas por dos grandes creadores, cada uno en lo suyo, para dibujar de un preciso y poético trazo una visión distinta y penetrante de una parte importante de la gente que nos rodea, o quizás un poco de todos nosotros a la vez. La expresión “gente abollada” me pareció luminosa desde la primera ocasión en que la escuché. Porque algo abollado es algo que no está destrozado, roto o inservible, sino que guarda en sus formas los golpes del tiempo pero que puede, mal que bien, seguir cumpliendo su función. No encierra el tremendismo de lo destruido y acabado, sino una sórdida carga de historia que no tiene epopeyas ni grandes victorias que contar, sino más bien una geografía de pequeños o grandes fracasos. Esta idea, aplicada a la gente, nos describe casi la vida de mucha gente y quizás la vida de todos nosotros al menos en determinadas épocas. La expresión se quedó siempre conmigo y se incorporó a mi vocabulario mental. Y cuando camino por la calle miro a la gente con poca alegría en la cara, con agobios laborales que se adivinan en su prisa, con movimientos doloridos por un cuerpo al que le desafina alguna tecla y en mi cabeza resuenan las palabras “gente abollada”. Porque la vida, incluso para aquél que la vive de un modo gozoso, es un territorio duro que siempre acaba por llenar de magulladuras a aquellos que lo transitan. Esto es así, pero nos esforzamos en no verlo, o puede que simplemente veamos poco en general y con poca profundidad. Necesitamos a los artistas y poetas para ver de otra manera, para ver un poco más lejos. Porque más vale que sepamos que acabaremos todos bastante abollados, que posiblemente contemos ya con el número suficiente de abolladuras para ir comprendiendo que nada importa demasiado. Y así, con un poco de suerte, poder albergar cierta paz y esbozar de vez en cuando una sonrisa. Si no, podríamos caer bajo la mirada de Fernando Alfaro mientras susurra “ Y se ha echao a la calle con la boca apretada, con la mandíbula cuadrada y la mente vacía. Gente abollada, luces en la ciudad”.