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El Puente. León Molina

País de mayores

País de mayores

Mientras España, como todo el resto de países desarrollados, se convierte en un país  para jóvenes, para la gente que está dispuesta a grandes esfuerzos laborales a cambio de lo que sea, paradójicamente se convierte en un país de viejos. El incremento constante del envejecimiento de la población, tan sólo moderado en parte por la inmigración,  hace de España un país habitado por una parte importante de viejos.  Los mayores de sesenta y cinco años son ya casi la quinta parte de la población debido al salto asombroso registrado por  la esperanza de vida en España que ha pasado en un siglo de los 35 años a los 80 en números redondos. Y sin embargo no parece que el país se haya puesto a afrontar decididamente esta situación. La población de avanzada edad es más o menos sobrellevada con más parches y voluntarismo que otra cosa. Un ejemplo claro de lo que decimos podría estar en la asistencia sanitaria. Los ancianos son los principales consumidores de estos servicios y de un modo cuantitativamente mayoritario de servicios de atención báscia para dolencias propias de la edad que se caracterizan por ser crónicas, comunes a muchos de ellos, muchas veces leves y que requieren tratamientos largos y repetitivos. Sin embargo los ancianos son atendidos dentro de un sistema de salud universal que no atiende a esta realidad. Con el resultado de la masificación y deterioro de la calidad asistencial. Crear un sistema previo de asistencia primaria específicamente geriátrica mejoraría la calidad de asistencia a los mayores y preservaría los recursos sanitarios especializados para los que lo necesiten, sean jóvenes o viejos.  Quiero decir que si un mayor no ve bien, lo mandan de cabeza al especialista del hospital, cuando si en la asistencia primaria geriátrica el médico dispusiera de una simple lámpara de luz y supiera usarla, esto no sería necesario. Y sobre este ejemplo muchos más que podrían ponerse en multitud de órdenes de la vida. No estamos mentalizados para ser lo que somos, un país de viejos, y se requiere una profunda reflexión sobre esta realidad y tener voluntad de emprender un gran cambio de adaptación del que debería salir un país más eficiente y una población mejor atendida.

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