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El Puente. León Molina

Cein años

Cein años

En la mañana de sábado en que escribo estas líneas, - sábado plácido de vacaciones con el fondo emocionante de  unas lluvias de primavera derramándose mansamente sobre los campos-  contemplo frente a mi casa el cortijo de La Umbría, lugar en el que ya sólo viven cuatro personas. Veo a lo lejos un trajín de coches a la puerta de las casas en lo que constituye una escena nunca vista. Una de las vecinas del cortijo, la abuela Providencia, cumple hoy cien años y hasta su casa han llegado los medios de comunicación para desplegar la típica información de estos casos y algún representante institucional para felicitarla y hacerse la foto. En mis paseos por estos lugares me he detenido en alguna ocasión a charlar con Providencia mientras barría la calle con su siglo a cuestas. De prodigiosa memoria remota o remotísima, Providencia nos asombraba citando sin titubeos nombres, fechas y sucedidos de muchas décadas atrás. Pero después de esas conversaciones, el recuerdo de su edad y consecuentemente de sus vivencia de un periodo tan largo para la escala más frecuente de una vida humana, me dejaba un poso de extrañeza y de inevitables reflexiones acerca del paso del tiempo y de la peripecia de la vida de las personas y sus cambios turbulentos. Providencia ha vivido toda su vida en un medio rural de montañas perdidas y casi incomunicadas a los que apenas llegaba el trajín demencial de la historia. Incluso el trajín de los trajines, la Guerra Civil, se vivió aquí con cierta distancia. Providencia y los suyos fueron hasta hace muy poco tiempo algo menos que siervos de la gleba. Vivieron la aparente serenidad de una vida bien ordenada de señoritos que mandaban y braceros que obedecían. El mundo tranquilo en la injusticia de los que tenía todo y los que no tenían nada.  Cien años después, tras repúblicas, dictaduras, guerras, democracias, todo ha cambiado para que todo sigua igual. Ahora el señorito es un gañán empobrecido y no manda nada, en su lugar el poder se ha marchado a lugares ilocalizables y es detentado por personas sin rostro. Providencia y todos nosotros seguimos siendo esclavos de poderes hoy más difíciles de combatir. Pero los combatiremos, Providencia, mientras queden seres humanos que aspiren a la dignidad de la libertad. Bajo la lluvia hermosa de abril, te deseo feliz cumpleaños, abuela.

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