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El Puente. León Molina

El Parque. La Feria

El Parque. La Feria

Este año el parque de Abelardo Sánchez, “El Parque” a secas para los albaceteños, cumple cien años. Este acontecimiento no puede llamarse efeméride, pues según el diccionario para alcanzar dicha denominación el aniversario debe ser celebrado o conmemorado. Se contrapone de este modo a la “mega efeméride” que está montando el ayuntamiento con el tercer centenario de La Feria. Una efeméride que no se celebra es una efemérides, añadiendo sólo esa “s” final, de silencio quizás. Curiosidades del lenguaje. Que el centenario de El Parque sea una efemérides y el tricentenario de La Feria una efeméride en este caso parece adecuarse a ambas realidades. La Feria es excepcional,  bulliciosa, explosiva, grandilocuente y exagerada. El Parque es cotidiano, silencioso, sereno, sencillo. En nuestro sentir La Feria es un estallido luminoso que casi podríamos decir que marca el año albaceteño real; las cosas suceden antes de feria o después  de feria. El Parque es una fiesta íntima de cada día que todo el mundo puede disfrutar a su antojo.   Son dos realidades en busca del equilibrio. Pero sería difícil para muchos de nosotros elegir entre una y otra. Porque las ferias, especialmente de la niñez y la adolescencia, dejaron su oropeles en nuestra memoria y supusieron sobre todo el encuentro y descubrimiento de los otros,  mientras  El Parque ha sido una música callada que ha sonado de fondo a sensaciones, quizás no menos intensas pero sí más sosegadas y más relacionadas con el descubrimiento de nuestro interior.  En La Feria conocimos los primeros desenfrenos, las primeras batidas en pandillas hiperactivas que experimentaban los primeros vuelos fuera del nido. En El Parque conocimos la voz interior que nos llegaba en los primeros paseos solitarios, las primeras miradas de pasión, los primeros besos y los primeros silencios.  En el año trescientos uno de La Feria volverán a brillar en el llano las luces de la noria. En el año ciento uno de El Parque volverán los pinos al anochecer a recoger sus pájaros y apagarse como dijo un poeta de la tierra. Cien años, trescientos años de íntimas historias. La historia real de esta ciudad con poca historia.

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