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El Puente. León Molina

La calidad del día

La calidad del día

El visionario escritor, filósofo y naturalista norteamericano del S XIX Henry Thoreau dejó escrito: “No sé de nada más estimulante que la incuestionable capacidad del hombre para elevar su vida por medio del esfuerzo consciente. Es algo ciertamente pintar un cuadro, esculpir una estatua, o en fin, hacer bellos objetos; sin embargo, es mucho más glorioso esculpir o pintar la atmósfera misma, el medio  a través del que miramos, lo cual es factible moralmente. Influir en la calidad del día, ésa es la más bella de las artes”. Estamos tan lejos de este ideal que realmente asusta. Enredados ciegamente en nuestros monotemáticos quehaceres los días nos vienen dados, prefabricados y nos conformamos con el estrecho margen de acción que nos dejan; la falta de libertad ha penetrado nuestros corazones. Hoy más que nunca en nuestras opulentas sociedades cambiamos seguridad por libertad. Esto trae como consecuencia la supervaloración de esa seguridad tan cara y consecuentemente el miedo mina nuestra existencia. Los poderes que se lucran de nuestra esclavitud saben manejar sutilmente estos mecanismos y potencian ese miedo hasta convertirnos en ratones aterrorizados en un rincón de la casa.  Todo nos empuja al miedo, el pánico a perder el empleo, el miedo a la infinita lista de castigos posibles  como sujetos pasivos del estado, miedo al integrismo violento (do otros, no del nuestro), miedo a la pesada condena de ser excluidos de la sociedad de los “normales”, miedo a no ser lo suficientemente competitivos para alcanzar a comprar toda la basura que acabamos por desear por la fuerza del mercado.  Y así, nuestros días son una caminata en la cuerda de presos en la que aspiramos a picar sin más problemas la piedra que nos toca para que nos den nuestra celda y nuestra comida. En la actual situación de decadencia de nuestra civilización quizás sólo cabe albergar la esperanza de que muchos despierten y alcancen a comprender que “influir en la calidad del día es la más bella de las artes”. No en vano fue también Thoreau quien escribió el manifiesto llamado Del deber de la desobediencia civil que amó y utilizó Ghandi más tarde. Esperemos que así sea, porque la alternativa es el caos.

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