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El Puente. León Molina

Vallas al campo

Vallas al campo

Dice Carlos Castilla del Pino que “todo demócrata es progresista. Democracia implica perfectibilidad. Ponerle un límite es como vallar un campo”. Si es cierta esta aseveración, que parece razonable, también lo sería su envés: un reaccionario no puede ser demócrata. Y a esto añado yo que en cada conservador hay un corazoncito reaccionario. Así, para los conservadores, en mayor o menor grado, la democracia es una coyuntura a la que hay que adaptarse,  más que un anhelo.  La pérdida de la democracia para ellos sería significativa o dolorosa sobre todo en la medida en que afectara a su vida personal, a su estatus. Esto se puede comprobar en algunos personajes que vivieron a caballo entre regímenes democráticos y no democráticos.  Los políticos conservadores de regímenes democráticos, se integran en su mayoría sin más dificultad en regímenes no democráticos, los políticos progresistas mayoritariamente no quieren hacerlo, independientemente de que no les dejen. Cuando la cosa es al revés y se pasa de un régimen no democrático a uno democrático, los políticos conservadores suelen apartarse melancólicamente porque su tiempo ha pasado, independientemente de que ya no les quieran. A excepción de algunos “animales  políticos de raza” que estarán en cualquier régimen con tal de seguir montados en el carro de la gloria –el caso más notable y cercano que tenemos de éste tipo es Manuel Fraga-. De modo que los demócratas deben desconfiar siempre de los conservadores, porque están donde están y podrían también estar en la otra parte. Este tipo de comentarios suele enfadar mucho a los conservadores, que airados responden automáticamente que a ellos nadie les da lecciones de democracia. Aunque la verdad es que muchos de ellos sí han necesitado o necesitarían un repasillo. Todo esto resulta un peligro en tiempos convulsos de riesgo para la democracia. Pero también en tiempos de dificultades como las que vivimos, pues la suma de ansiedad y el miedo de los ciudadanos unido a organizaciones progresistas con un progresismo desleído y penoso, crea el caldo de cultivo ideal para el recorte de derechos y creatividad democrática  que la democracia y no otra cosa ha conquistado para los ciudadanos. Hoy las cuadrillas de la reacción están ocupando el campo con sus estacas y alambradas y la vida libre y anchurosa se va pareciendo cada día más a un encierro.

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