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El Puente. León Molina

La isla de la Esperanza

La isla de la Esperanza

Teníamos noticia del deseo del gran capo mundial del juego de instalar una megaciudad del juego en Madrid, pero el contenido de las exigencias que planteaba a cambio nos hacía creer que ni siquiera la echá palante de Aguirre transigiría con  ellas.  Pero para nuestro pasmo el otro día sale en la televisión flanqueada por Pepa Botella, sonrientes las dos y diciendo que si hay que cambiar las leyes para conseguir esos puestos de trabajo, pues que se cambian y no pasa nada. Las demandas del ricachón implican crear una isla de derecho (o no derecho) en su ciudad del juego; derechos laborales de los trabajadores, leyes fiscales, leyes urbanísticas, todo ha de cambiar en esa isla o si lo prefieren tendrán la cobertura del gobierno y ayuntamiento de Madrid para saltárselo a la torera, así como exenciones de impuestos que llegan al noventa y cinco por ciento, cobertura legal a la evasión de impuestos de los clientes y grandes inversiones públicas en infraestructuras que benefician exclusivamente a esa ciudad del juego.   Aparecerá ese dinero que no hay para sanidad y educación. Esto nos pone al nivel de república bananera en el que para hacer negocios sólo hay que llevarse bien con el dictadorzuelo de turno que “lo arregla todo”. Y se consumará el modelo económico prostibular, mafioso y antisocial que propone la horda neoconservadora y que ahora, con todo su poder, está empezando a poner en práctica región por región en todo el país. Y además de prestar nuestros servicios, nos dicen que tenemos que poner nosotros la cama. Toda la costa mediterránea española es ya un parque temático de prostitución, juego, tráfico de drogas, crímenes urbanísticos, destrucción de la naturaleza y subempleo desprotegido. Pero Esperanza es mucha Esperanza y ella quiere entrar por la puerta grande –junto a la nueva estrella del neocon system- para dejar en mantillas al Levante español.  El asunto es de tal calado antidemocrático y antisocial y produce tal sonrojo que aun nos queda una delgada línea de esperanza de que sus compas frenen sus ímpetus económicos selváticos y su ofuscación en confundir el derecho con el mercado sin el más mínimo disimulo, sino con la chulería castiza de la lideresa y su nueva acólita. Con actitudes como esta se demuestra palpablemente hasta dónde están dispuestos a llegar en el desmantelamiento del estado social y democrático y la puesta en marcha del estado del sálvese quien pueda tan grato a los intereses que representan. 

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