El cosmos y el aparcamiento
El universo es enorme y está poblado de numerosos cuerpos y accidentes celestes. Es sobrecogedor leer sobre su origen, su desarrollo, sus características. Pero todo esto, ¿de qué me sirve para encontrar aparcamiento cada día?. Cuando yo busco con desesperación y mal humor un agujero, aunque sea negro, para meter mi coche dos veces al día, maldita la gracia que tienen las nebulosas y sus extrañas formas y luces fotografiadas por el Hubble. No sé qué es más inútil, si leer sobre el cosmos o perder todos los días un buen rato aparcando, pero lo que está claro es que esas dos circunstancias unidas en una misma persona son la confirmación de que la vida es un frenesí, que decía aquél. Eso sí, en el cosmos, de momento, no hay policía municipal que se sepa y aunque hubiera, sin casco iban a pillar más bien pocos por allí. Tengo para mí que cuando se hayan dado los primeros pasos para poblar el espacio, de las primeras cosas que se llevarán a las ciudades flotantes serán policías municipales. Y no les extrañe que los elegidos para poblar el firmamento de multas sean los municipales de Albacete. Estos chicarrones y chicarronas tan equipados y lustrosos, no pasarán desapercibidos para las autoridades interplanetarias. Cuando llego cada día a casa con hambre y cansancio tengo que soportar embotellamientos porque paso por un colegio y los señores papás y las señoras mamás aparcan en doble y triple fila mientras esperan arrobados ver la carita de su nene o nena. Charlan y miran con desdén a los que hacemos cola. Todos los días en el mismo sitio durante años; la calle no debe figurar en los mapas que manejan los municipales. Y más adelante la fila de infelices nos dedicamos a hacer gymkhana entre los simpáticos conciudadanos que dejan el coche en doble fila mientras echan una caña en otra calle que se borró de los mismos mapas. Claro que a veces están todos en mi plaza multando motoristas sin casco. He visto “operativos” de hasta 6 guardias trincando chavales, mientras los cañistas seguían viviendo bien la vida con su coche en doble fila. Eso sí, si algún día viendo que me tendría que volver al trabajo sin comer, aparco medio regular, se produce invariablemente un túnel en el continuo espacio tiempo por el que aparece de pronto, como en un efecto especial cinematográfico, un municipal con el cinto lleno de bolígrafos cargados y con ellos se dedica a escribirme cartas de amor que me deja emocionado en el parabrisas. No falla. ¡Con lo grandísimo que es el universo, ¡eh?!.
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