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El Puente. León Molina

Madeleine MacCann

Madeleine MacCann La historia de la niña desaparecida, Madeleine McCann, y de las actividades desarrolladas por sus padres han creado un auténtico boom mediático que me deja un poco perplejo. Porque quizás yo sea un tipo raro, pero sinceramente el asunto a mí me importa un bledo, más allá por supuesto del deseo de que la niña esté viva y de que aparezca. No sólo no me importa sino que incluso me molesta. Como soy un raro, cada vez que sale el tema en los medios, hago cuentas de los niños que mueren de hambre en el mundo sin que le importe mucho a nadie, o me acuerdo de los niños de la edad de Madeleine que son soldados, esclavos, mineros, peones por todo el mundo sin que ni siquiera lo sepamos. Cuando veo a esos padres pijos ingleses considero que pueden ser unos desdichados más por los azares malvados de la vida o que pueden ser unos asesinos como otros tantos que viven entre nosotros. Me da igual. En el primer supuesto les deseo lo mejor y el segundo lo peor. Pero deseo sobre todo no saber nada más de ellos, no incomodarme más soportando los titulares de todos los medios con este tema que hurta su espacio a otras noticias. El poder de atracción de este tema es fabuloso. Hace unos días estaba comiendo con un amplio grupo de personas junto a un televisor en el tiempo de las noticias del mediodía. Estaba allí al fondo metiendo ruido ignorado por todos. Hasta que comenzaron con la última peripecia del tema y se hizo un silencio absoluto. Todo el mundo siguió la información con comentarios variopintos y durante un rato las sospechas sobre los MacCann fueron el centro de la atención de todos. Y  como soy un raro, ya digo, me entretuve en contemplar la emoción que despierta el asunto y el consiguiente despliegue de los medios que al fin y al cabo son vendedores de audiencias. ¿Funciona aquí el mismo mecanismo por el cual tanta gente sigue los noviazgos del hijo gilipollas de la Pantoja o tantos otros asuntos magníficos de la prensa pestilente?. No lo sé, pero si no es el mismo, se le parece, porque cada vez más la información llamada de sucesos se parece más a la información llamada rosa. Es el espectáculo de lo  truculento. Son las novelas de estos tiempos para las gentes de estos tiempos. Duras, emocionantes, ligeras y fáciles de entender, sin el riesgo de usar la inteligencia, olvidables desde el mismo momento en que el locutor cambia de tema. Es perfecto; un best seller cada minuto. Si aparece Madeleine puede que le hayan jodido la vida. Si está muerta, sin duda le han jodido la muerte. Pero nos hemos entretenido mucho.

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