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El Puente. León Molina

Aristóteles y las hambrunas

Aristóteles y las hambrunas

Hace más de dos mil trescientos años, el filósofo Aristóteles, se refirió a las virtudes que, según él, llevan a la excelencia al ser humano. Entre las virtudes destaca la templanza que es la moderación entre los placeres y penalidades y la prudencia que es la capacidad de reconocer ese punto medio en las distintas situaciones. Es sencillo, pero según parece, inalcanzable o al menos poco ejercitado por los hombres, en especial en nuestros tiempos de excesos sin freno y de irracionalidad desarrollista y consumista. Viene esto a cuento de la situación en que se haya sumido hoy el mundo respecto al bien primero y fundamental que es la comida. Una parte del planeta come opíparamente mientras el resto pasa hambre. Hambre que se ha visto agudizada en los tiempos más recientes. Y al observar el problema descubrimos un asombrosa y cruel paradoja; Cuanta mayor eficacia consigue el hombre en producir alimentos, tanto más se extiende el hambre por el planeta. La agricultura industrial – si se nos permite la expresión – consigue tal productividad que llena el mundo civilizado de excedentes peligrosos para mantener pos precios que necesita el capital.  La respuesta entonces no es la de producir menos en el primer mundo ni la de encontrar una manera de compartir o intercambiar los excedentes con aquellos que los necesitan, sino hundir el precio de sus producciones en los mercados internacionales, o bien proteger con dinero público las producciones nacionales del primer mundo o hasta incluso cerrar directamente las fronteras a las producciones más baratas de los países pobres o en vías de desarrollo. En definitiva más hambre para los de siempre hagan lo que hagan.  Y todo eso produciendo cada día más en el norte del planeta. Producir más comida de la que necesitamos y que hunde aun más en la miseria a los miserables. Producir más de todo aunque nos carguemos el planeta en que vivimos, reventar el mundo de cosas aunque esas cosas nos conviertan en esclavos. Aristóteles mencionaba otra virtud fundamental, la generosidad, que es el término medio en cuanto al uso y posesión de bienes, siendo la prodigalidad el uso excesivo y la avaricia el uso demasiado escaso. Pero como va a resultar un poco difícil nombrar a Aristóteles comisario europeo de agricultura o industria, más nos valdría a todos un poco de fortaleza (otra virtud aristotélica) para adecuar nuestro consumo a nuestras necesidades y rebelarnos contra un sistema idiota que está arrasando el planeta y condenando a muchos de nuestros congéneres a la indignidad de la hambruna.

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