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El Puente. León Molina

Autonomías peligrosas

Autonomías peligrosas

El presidente boliviano Evo Morales está poniendo en marcha un sistema autonómico que tiene como base la etnia. Parece que a mucha gente esto le parece bien en atención a la larga historia de padecimientos e injusticias de los grupos étnicos bolivianos y de toda América, que es una defensa justa contra la historia colonial opresiva para ellos y hasta para resolver el nuevo colonialismo de las élites dominantes según expresión del propio gobierno de Morales. Y suena bien y parece justo para aquellas personas sensibles ante la injusticia. Pero debajo de esa superficie fácilmente vendible puede haber algo realmente espeluznante. Acceso a determinado estatus político en virtud de la raza. Esto tiene un doble peligro; por un lado, dar fundamento a cualquier ordenamiento político en función de la raza del ciudadano al que afecte es también la fundamentación de una forma de racismo. Por otra parte, la institucionalización de formas de organización política que otorgan autonomía a colectivos ciudadanos “desde arriba” producen una peligrosa desmembración social, tal como ocurre en el régimen de las autonomías en nuestro país, pues por más que adormecidos en los cantos de sirena de supuestos derechos históricos, libertades extrañamente retorcidas, infundadas y hasta a veces esotéricas, no ponemos en duda el sistema para que no caiga sobre nosotros la peste de ser considerados antidemócratas. Y así,  todos hemos aceptado con una sonrisa en los labios el cambio de un estado centralista por un estado multicentralista. Las comunidades autónomas son estados (con sus parlamentos elegidos por rodillos electorales, con sus presidente y ministros, con sus boletines oficiales, con sus policías, etc). El lugar en que vivimos, el ayuntamiento, es cada más un pordiosero que mendiga a las puertas de los palacios de las autonomías y de los que algunos no ven más que salir pitando los mercedes con chófer de los príncipes de los nuevos territorios. De modo que una aspiración democrática de más profundidad y alcance no debería ser la multiplicación de los estados dentro del estado, sino la autonomía de abajo hacia arriba, desde los ciudadanos hacia las agrupaciones de ciudadanos. Donde los ayuntamientos por fin pintaran algo y nada la situación económica, la lengua, y mucho menos la raza

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