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El Puente. León Molina

Relativismo

Relativismo

Últimamente se ha puesto muy de moda discutir acerca del relativismo. El concepto, que lleva detrás mucha profundidad histórica de análisis, se ha banalizado como toda palabra o idea que  se populariza. La palabreja en cuestión es utilizada no como herramienta de pensamiento y comunicación, sino como  estandarte de grupos vocingleros que se alinean en grupos de forofos, simplemente para reñir en discusiones vacías y que sólo persiguen poner a su equipo por delante en el marcador. El término “relativismo” es usado especialmente por los grupos más “hooligan” de nuestra sociedad. Es desde luego coherente. Sin el absolutismo de verdades indiscutibles (sus verdades) ese club perdería por completo su razón de ser, del mismo modo que en la práctica se están quedando paulatinamente sin masa social, o si lo prefieren sin socios con carnet.  Es cierto que existen verdades absolutas, pero estas vienen refrendadas por la observación empírica y la ciencia (un triángulo tiene tres ángulos y si suelto una piedra de mi mano cae, nos pongamos como nos pongamos)  o por valores que persiguen de modo universal el bienestar de los seres  humanos (torturar no le ha hecho bien a ninguna persona nunca, independientemente de que sea cristiano, mahometano, bantú, lapón o parisino). Y hay otras cosas que son relativas. Dejarse la barba, ayunar, practicar la sexualidad o la abstinencia, rezarle a Cristo o a un elefante enjoyado..,  son cosas que no están bien ni mal, sino que caen dentro del ámbito estricto de la libertad individual de la persona y por tanto de la sociedad en su conjunto.  Esta libertad rompe el secular monopolio moral de las iglesias y la consiguiente administración de las conductas con el gran poder que ello genera. Es lo que en el mundo de la empresa se denomina mercado o cliente cautivo. Si quieres la verdad no tienes más remedio que comprármela a mí porque yo sólo la ofrezco. La lucha contra el relativismo en este caso no es más que la defensa del absolutismo particular en que basan su poder. En la Edad Media feudal les fue bien. Hoy no. Y por ahí va la cosa.

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