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El Puente. León Molina

Escepticismo

Escepticismo

El elegante escéptico inglés Bertrand Russell decía que el escepticismo podría llevarse hasta el extremo de no poder creer en nada en absoluto porque hasta la propia razón podría ser criticable y “desmontable”. Afirma también sin embargo que es la razón la única luz que puede guiarnos en el conocimiento y en el establecimiento de verdades aunque estas sean provisionales y que la “actitud científica” debe guiarnos y mantener el rigor y la razón alerta, fiando acaso en los que más saben cuando sea necesario pues no podemos llegar a todo. Y aunque todo aquello que establezcamos como cierto sepamos que es provisional. Con esto quizás no lleguemos a verdades absolutas, pero sí que estaremos bien armados mentalmente para desmontar todas las falacias, paparruchas y falsos saberes con que nos inundan iluminados esotéricos, políticos y fabricantes de engaños de toda laya. Es un empeño loable, un camino liberador. Hoy más que nunca está claro que sería muy recomendable redoblar ese esfuerzo de escepticismo hacia la política (como el mismo Russel recomienda), entendiendo la política como “esta” política de los partidos. Porque desde el escepticismo las paparruchas que cuentan se deshacen en segundos, porque los partidos han hurtado la soberanía al pueblo, porque han acaparado todo el poder que debería estar equilibradamente repartido con organizaciones ciudadanas, funcionarios expertos y por comisiones técnicas internacionales entre otras instancias y porque la inevitable lucha por el poder de los partidos se basa en el odio al contrario y ese odio ciega nuestra razón y nuestra crítica y lo incapacita para llevar a cabo análisis razonables fuera de la omnipresente propaganda y griterío estúpido de los partidos. El 99.9 de las cosas que dicen los partidos a través de sus políticos son estupideces, falacias y sobre todo torticeras denostaciones del contrario que no resisten un instante de reflexión. Nos dicen que no hay otro sistema y es mentira y si fuera verdad, habría que inventarlo. ¿Cómo podemos seguir soportando toda esta marea de estupidez tan peligrosa que pone en tan evidente riesgo nuestra libertad y nuestro bienestar? 

4 comentarios

León -

Hola.
Yo no digo que no deban haber partidos. Fíjate que yo escribí: "...han acaparado todo el poder que debería estar equilibradamente repartido con...". Igual que tú no puedo imaginar hoy una democracia sin partidos. Sólo digo que su poder es abusivo y mal utilizado además. La democracia representativa es un mal menor, pero un mal. Hay muchos modos de fomentar la democracia participativa y son muchas las instancias que podrían ejercerla. Nos hemos acostumbrado a que los partidos estén presentes hasta en la sopa. Ellos se han ocupado de que así sea. Sólo abogo porque tengan menos poder, y el que tengan esté más controlado (como tú bien dices con transparencia). De modo que creo que en lo sustancial estamos de acuerdo. Sólo que acaso yo soy más radical y acaso esté más enfurruñado y asqueado. Te voy a poner un solo ejemplo. Hay un tufillo que nos hace pensar en la hipótesis de que la Junta de Castilla_La Mancha esté en este momento reteniendo pagos (y por tanto quebrando empresas y mandando a gente al paro) por una jugada política de lucha partidista ante la inminencia de las elecciones. ¿Por qué no pueden los funcionarios indicados mostrar el saldo de caja y las cuentas pendientes de pago por su propia iniciativa y que todos juzguemos?. Llevas razón: transparencia. Llevo razón: que les den.

Puli -

Querido León: no creo que los partidos y los políticos mientan más que cualquier otra institución pública, generalmente sujeta a las exigencias de la ética de la resonsabilidad y no a las de la ética de la convicción.
Pero no es eso lo importante para mí: lo importante es ponerles más difícil que mientan, estrechar el cerco, y eso se consigue sobre todo instaurando buenos mecanismos de transparencia porque a más transparencia, menos mentiras. Hay que utilizar internet para eso: para saber sus sueldos, su patrimonio, sus promesas, las cuentas reales que dejaron en Castilla-La Mancha o en cualquier otro sitio. En cuando a las democracias sin partidos, no veo cómo podría ser eso. Gobernar es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo. No veo otra alternativa a que lo sigan haciendo los partidos, pero quiero que lo hagan bajo mi control. Cuando el poder no lo ocupa la política quien lo ocupa es el dinero, que es lo que ahora ocurre. Yo quiero que lo ocupe la politica y los partidos, pero sometidos a una rigurosa dieta de transparencia.

leon -

Estimado Puli, comprendo que además de esforzarnos por conocer la verdad, debemos saber manejar la verdad. Un ejemplo simple y claro es que no hay ninguna necesidad de decirle la verdad sobre su jeta a alguien que es más feo que Picio. Pero los partidos y sus políticos no sólo acaban por no saber ni siquiera lo que es verdad y lo que es mentira, sino que aquello que tiene acaso por verdad, lo usan mal tanto ética como tácticamente; mienten, mienten para obtener beneficio para su organización y provocan graves daños con sus mentiras. Creo por tanto que, como ciudadanos, debemos aspirar a desmontar esto. "Los partidos son imprescindibles para la articulación y viabilidad de la democracia" es su primera mentira en este sentido y no sólo hemos de "limpiarnos" esa falsa creencia, sino aspirar a su cambio. Yo considero que puede haber democracia sin partidos o que, al menos podría haber una democracia mejor si el poder de los mismos fuera mucho más limitado y distinto al actual; un simple actor más de la política.
PD. Por si les suena bien esta música a los izquierdistas clásicos, manifiesto aquí que mucho peor que los partidos burgueses es el partido único, como la historia ha demostrado repetidamente. Lo digo por siaca...

Puli -

Comparto parcialmente el diagnóstico, pero los sentimientos que te despierta. Veo actuar a los políticos y, más que ira, lo que siento es compasión: en el fondo son unos pobres tipos intentando patéticamente hacernos creer que mandan más de lo que mandan, que saben más de lo que saben y, cómo no, que nos quieren más de lo que nos quieren. Al contrario que aquel personaje de Almodóvar que era testigo de Jehová y su religión le prohibía mentir, los políticos se ven obligados a mentir por su oficio. No quiero imaginar uqé pasaría si a los ministros de Economía les diera por empezar a decir la verdad...