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El Puente. León Molina

La sangre de los tiranos

La sangre de los tiranos

Imaginemos un sátrapa sanguinario que rige los destinos de su pueblo durante años a sangre y fuego. Es fácil imaginarlo, hay tantos… Pongámosle por ejemplo la cara más actual entre las miles que sería posible, pongámosle la cara de Gadafi. Acabamos de vivir su final. Como corresponde a nuestro tiempo lo hemos vivido casi en directo desde nuestro salón y con todo lujo de reflejo gráfico. El anciano tirano ensangrentado cautivo de los rebeldes es vejado, abofeteado y rematado mientras de fondo alguien repite histéricamente “Alá es grande”. El espectáculo es repugnante. Creo que cualquier persona en su sano juicio moral debió sentir desolación y cualquier persona con una emotividad medianamente equilibrada debió sentir asco. Hemos contemplado un asesinato sangriento sobre una persona detenida y desarmada. Resulta evidente que a este dictador y cualquier otro de los miles que ha habido, hay y habrán, el pueblo debe oponerse y derrocarlo, pero si de esa razón de libertad nace el linchamiento y el asesinato, es más que probable que lo que se consiga traiga algún modo de continuación de la tragedia. Es imprescindible la superioridad moral para fundar un nuevo orden de cosas. Habría que haberlo juzgado y con él a todos los que fueron sus cómplices. Por no hacer la lista infinita, nombremos aquí a quienes nos caen más cerca y singularmente a nuestros presidentes que lo abrazaron y besaron, que participaron sonrientes en las bufonadas de su jaima y su guardia de vírgenes y a todos nosotros que no dijimos ni mú cuando todo esto se sufragaba con el dinero público, con nuestro dinero y mientras gastábamos su petróleo a escape libre como hoy gastamos el del también abrazado Obiang y tantos otros.  Algunos ante el sangriento espectáculo del final del dictador habrán sentido alivio y que la libertad ha triunfado. Yo he sentido la inquietud al contemplar la bajeza que habita en el ser humano, que nada bueno promete el futuro en Libia y he considerado que si no nos ponemos a trabajar todos con la fuerza de la razón y la dignidad para derribar a todos los tiranos en vez de sostenerlos en una interesada ignorancia, el mundo seguirá siendo un asqueroso espectáculo sin fin de turbas, sangre y asesinatos.

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