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El Puente. León Molina

Fuerzas del corazón

Fuerzas del corazón

Contemplo una foto de la detención de un manifestante contra los recortes en la minería aparecida en la prensa. Vemos a un hombre tendido bocabajo en el suelo. Sobre su espalda tiene a un policía antidisturbios  que sujeta sus brazos, quizás para esposarle. Otro policía está encima de él presionando su cuello con la rodilla. Su cara, aplastada contra el asfalto, tiene un gesto crispado, mezcla de miedo y rabia, con la mirada perdida en un horizonte a ras de suelo. La escena es violenta y plásticamente dramática. Es de esas imágenes  que manifiestan una enorme desigualdad de fuerzas y nos ponen instantáneamente del lado de la parte más débil, porque a pesar de todas nuestras miserias, nuestro corazón todavía funciona así y nos concede de este modo un cierto aroma de esperanza en medio del sálvese quien pueda que nos domina.  No conocemos el comportamiento de ese manifestante, pero sí sabemos por qué estaba allí. Le llevó a Madrid la indignación y la rabia. Situaciones y decisiones que escapan por completo a su control están pintando de negro su futuro. Todo apunta a que se va a quedar sin trabajo y sin un sueldo que llevar a casa con su trabajo en la mina. Es más complicado determinar por qué había allí un policía clavándole la rodilla en la nuca. Es una larga lista de obediencias cuyo hilo nos llevaría sin dificultad hasta los alfombrados salones del más alto y variopinto poder económico-político. Ese poder sin escrúpulos, criminalizado por sí mismo, azuza a los gobiernos a mantener todo bajo control y estos criminalizan con torpeza, cortedad de miras y depravación de guante blanco a los que se manifiestan y gritan en las calles porque les están robando su presente y clausurando su futuro, porque los están convirtiendo en tristes parias que agachan vencidos sus cabezas cuando se sientan cada día a la mesa rodeados  de sus familias. Estos gobernantes de pacotilla cometen un grave error, porque los poderes que han necesitado rodillas en la nuca llevan siempre dentro de sí fecha de caducidad. Porque nuestro corazón funciona así. Y tarde o temprano muchos irán a separar la cara del minero del suelo. No hay policía que pueda esposar la rabia del corazón. Y  por desgracia cada día nuestros corazones están más llenos de la negra fuerza de la rabia que hace que todo sea más difícil y peligroso. No llevan buen camino.

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