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El Puente. León Molina

Libertad y valor

Libertad y valor

Dice un aforismo de Fernando Pessoa: “Primero sé libre; después exige libertad”.  Es justo lo contario de lo que se suele hacer; primero exijo libertad y si consigo una respuesta positiva a mis demandas, entonces tendré la ilusión de ser libre.  Esta paradoja es comprensible porque en efecto la libertad tiene dos dimensiones; una interna, que podríamos llamar psicológica, que es individual, intransferible,  única, y que resulta inaccesible para los demás. Esta libertad es real y según la formación, temperamento  y  personalidad de cada individuo puede sobrevivir incluso ante agresiones externas extremas como pueden ser la pobreza o la tortura. Porque quien se considera libre y en consecuencia actúa libremente, es en efecto libre. Existe otra dimensión de la libertad que es la social o sociopolítica que es la libertad que recibo o no del sistema de relaciones de poder social y político vigentes en el medio en el que vivo. Es cierto por tanto que si queremos ser libres debemos pedir a esos poderes que posibiliten mi libertad, y también es cierto que para ser libre debo conquistar mi propia libertad interna. Las dos son necesarias, pero ¿qué fue antes, el huevo o la gallina?. Yo desde luego estoy con Pessoa.  Porque si yo soy libre únicamente porque me dan libertad desde fuera resulta en primer lugar que mi libertad la habrán definido otros, convirtiéndome en un “don nadie” como persona. Y en segundo lugar porque sería una libertad ficticia, porque la libertad es ante todo toma de decisiones en responsabilidad y de esto modo yo no sería el responsable de mi libertad.  Es imposible saber si lo que me ofrecen o conceden es libertad o no sólo en función de que lo compare con mi libertad interior y en consecuencia determine aquello que es innegociable y aquello en lo que puedo negociar y llegar a entendimientos con los otros. Los dos grandes frenos en la construcción de la libertad interior son la estupidez (no en sentido clínico, sino en el del abandono del imperativo ético de la crítica racional) y el miedo. No en vano los poderes políticos se esfuerzan en fomentar ambas situaciones y sentimientos. Supongo que se habrán percatado ustedes de que estoy hablando de aquí y de ahora, de la rabiosa actualidad, de nuestra maltratada vida de junio de 2012 en España. Porque para mí tengo que la inmensa mayoría sigue esperando que los liberen, que les resuelvan sus problemas.  Dicho queda; nada de lo que nos den servirá para nada ni tendrá sentido si no cae sobre personas libres por la libertad interior de la crítica y la valentía. 

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