Fumata blanca
A propósito de todo el follón mediático del nuevo Papa, hay algo sobre la iglesia y sus seguidores que no comprendo muy bien y es el supuesto deseo reformista de estas personas e incluso de algunas otras que no pertenecen a ella. Pero vamos por partes. Estoy todavía sorprendido del despliegue informativo acerca de la elección de nuevo Papa. Ha sido tremendo; primeros planas de los periódicos durante varios días, varias páginas centrales interiores de información, incluso especiales informativos en las televisiones que desplazaban sus equipos y personal a Roma para hacer un programa de varias horas llenas de nada. La sorpresa, si bien se mira, no es diferente de la que produce un programa de famosetes que se tiran desde un trampolín o de realitys de imbéciles que van a contar al mundo que le pusieron los cuernos a su novia y que quieren que la imbécila lo perdone. No es más que cotilleo, aburrimiento y no estar capacitado para emplear el tiempo en otra cosa mejor. Pero una vez que se ha producido la fumata blanca, comienzan las especulaciones sobre el nuevo Papa, su historia, su ideología, lo que puede traer de nuevo y sobre todo si se puede esperar “un aire modernizador” de su papado. Esto sí que es fuente de perplejidad para mí. ¿Por qué tanta gente creyente –o como digo incluso no creyente- puede o ansía modernización de la iglesia romana? La iglesia de Roma es fundamentalmente una institución medieval en su pensamiento, su estructura, sus ritos, en todo. Una cierta “modernización ya se hizo con la Reforma y los católicos decidieron quedarse al margen. ¿Qué puede esperar la gente de un Papa “modernizador”, ¿que permita el sacerdocio femenino, que permita el divorcio, el matrimonio gay?, ¿para qué? Con no hacerles caso, ya tenemos esos derechos. ¿Que sea una iglesia pobre, que no acumule riquezas? Eso no tendría que ser su decisión sino la nuestra y nuestras leyes. ¿Que se comprometan con la lucha por la justicia social? Lo que haga la institución no sirve para nada, todo dependerá de lo que hagan sus fieles, una parte de los cuales en efecto ya lo hace diga lo que diga el Papa de turno. ¿Para qué sirve un Papa “moderno”? ¿Quién lo quiere más allá de espíritus errantes por sus torturadas contradicciones? Por tanto ni espero nada ni tengo curiosidad por el nuevo Papa, cualquiera me vale. Este mismo.
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