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El Puente. León Molina

RUIDO

 
 
 
 

En la mañana del domingo, después del desayuno, decidimos dar un paseo. Cogimos  el coche y quizás viejos recuerdos y querencias me hicieron tomar la dirección del río Júcar, allá por el paraje denominado Cuasiermas. La primavera, esa tonta, mostraba sus alardes en el follaje y en los variados trinos de pájaros envalentonados. Recorrimos el camino, luego senda, oliendo, mirando, sintiendo silenciosamente hasta llegar a una recóndita y mínima playa en un remanso del río cubierto de vegetación. Ya vamos teniendo una edad. Nos cansamos y no negamos que una paradita no viene mal, sobre todo si el azar nos regala un lugar espléndido como éste. Nos sentamos sobre el manto de hojas que dejó el otoño y guardamos silencio un buen rato. Después algún comentario aislado sobre las cosas que nos preocupan acerca de nuestros hijos, sobre la casa que estamos construyendo con una ilusión calmada que anuncia la vejez. Y de nuevo el silencio que parecía llegar con el río, enredado en sus remolinos.

En el silencio nos miramos con intensidad. En el silencio nos cruzamos alguna caricia. Y en el silencio supimos cosas importantes y pequeñas. Esas cosas por las que a veces uno se quiere un poco a sí mismo.

Y es que es necesario salir, aislarse, para conseguir escuchar algo en nuestro mundo de ruido. Ruido ambiental, ruido mediático, ruido de la idiotez en la inteligencia y los afectos. La paliza papal que nos han soltado, la vociferante vaciedad de las elecciones vascas, el coñazo cervantino y las chorradas de rutas quijotescas que no se creen ni ellos, los cebollazos del gobierno al botafumeiro y los ladridos y rugidos de la oposición, China y Japón que se enzarzan por un artículo en un libro, los homosexuales que hacen planes de boda y están dispuestos a ser tan horteras como los heteros,  Aznar que no se larga y sigue con sus rollos aunque hace ya  más de un año que le echamos, políticos independentistas que esconden sus apellidos charnegos y gruñen su indignidad, una ministra que cada vez que habla enciende la traca de El Mundo,  un Fraga embalsamado que suelta requiebros a las periodistas, premios literarios que engullen el silencio a base de millones, los paletos del baloncico con su jerigonza vacía...

Da igual el grado de memez, el follón es la carta de ciudadanía. Sueno, luego existo.

Pero esta mañana, por casualidad, he tomado una buena bocanada de silencio que nos trajo el río en su camino al mar que es el morir y una limpia alegría tocó nuestros corazones y nos hizo inmunes hasta el telediario de la noche.

      

 
 

León Molina

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