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El Puente. León Molina

 

RUIDOSAS PARADOJAS

 
 
 

Vivo  y trabajo en una plaza que soporta un intenso tráfico. Desde mi ventana se domina toda la rotonda y repetidamente puedo observar el celo de la policía municipal en atrapar motoristas sin casco. Vienen con mucha frecuencia dos, cuatro y hasta cinco agentes que se despliegan durante horas en todo el perímetro y obligan a parar a todo cuanto motorista  pasa sin el casco al que obliga la ley. No dan abasto. A veces llegan a tener considerables colas de gente que espera pacientemente a ser multada. En los últimos meses he debido ver imponer miles de denuncias por este motivo. Pero lo que no he visto ni una sólo vez es una medición del ruido de esos vehículos ni imponer una multa por exceso del mismo. Desconozco realmente cómo está la legislación en lo referente a ruidos de los vehículos, pero como ciudadano no puedo dejar de asombrarme y enfadarme porque se emplee tanto celo y se dediquen tantos medios a imponer el uso del casco y tan pocos o ninguno a la evitación de los ruidos. Me parece evidente que si alguien decide no usar el casco cuando conduce su moto no hace más que un sencillo y legítimo uso de su libertad por lo que deberá por tanto afrontar las eventuales consecuencias y no produce con ello el más mínimo daño o molestia al resto de sus conciudadanos. Sin embargo en mi plaza pasan muchas más cosas. Cientos de veces al día  pasan debajo de mi ventana  motos produciendo un ruido ensordecedor, muchas de ellas, según me cuentan, trucadas específicamente a tal fin. Casi a diario el subnormal del novio de la vecina no para de tocar el claxon por la noche para que baje la nena, que nos ha salido tardona la jodida. Con mucha frecuencia  descerebrados de los de corte de pelo a lo cenicero detiene sus horteradas de coches el tiempo que le da la gana con Camela sonando en su megaequipo mientras las paredes, mi silla y los cristales se mueven al ritmo vomitivo del nunca debí enamorarme. Pero cuando pasan todas estas cosas, qué fatalidad, no hay guardia. A las administraciones por lo que se ve el ruido no les importa. Estos ruidos atroces con los que nos agreden continuamente no reciben la más mínima vigilancia ni, por lo que se ve, castigo. Y sin embargo hay una persecución obsesiva a quien no usa casco o cinturón de seguridad, cuando los primeros molestan y dañan a los demás y los segundos no.  Claro que cuando a mí me salta el libro de las manos del sobresalto de la moto pedorra no se estropea ninguna estadística, pero cuando se mata alguien en una moto haciendo uso de su libertad, sí. Debe ser eso.

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