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El Puente. León Molina

 
 

PALABRAS O PUÑETAZOS

 
 

Cuando un partido en la oposición expresa sus juicios acerca de la labor y las decisiones del gobierno y siempre, absolutamente siempre, estas son valoradas entre lo malo, lo malísimo y lo funesto, sin que aparezca ni una sola vez una valoración mínimamente positiva o cuando menos un silencio táctico, no cabe duda de que ese partido en la oposición está faltando a la verdad, a la razón y lo que es peor a la lealtad. Lealtad debida al propio gobierno legítimamente constituido y aún más a la voluntad popular que quiso que así fuera. Por ese camino se llegan a cometer excesos que ponen los pelos de punta. Valga el  ejemplo de la reacción comprensiva del PP al discurso del teniente general José Mena peligrosamente cercano al golpismo, cuando afirma que se comprende esta reacción por el desgobierno que mantiene el ejecutivo. Es evidente que el gobierno puede gobernar bien o mal, pero eso nunca justificará que se aprueben las insinuaciones de  un militar al uso de la fuerza en determinados supuestos políticos que no le gusten. Yo creía que estábamos a salvo de estas cosas, pero observo con horror que quizás no. El gobierno actuó en este caso con diligencia y de forma proporcionada y adecuada al caso. Pero ni así se libra del chusco grito de la oposición. Y así con todo. ¿Por qué el PP no recibió a Evo Morales?. ¿Porque no le gustó su jersey o porque lo recibió el presidente del gobierno?. Morales es hoy por hoy el presidente electo de un país con el que España debe mantener las mejoras relaciones posibles. Y aunque apunten mal sus admiraciones a Che, Castro y Chávez hay que dejarle actuar y no despreciarlo sólo por molestar al gobierno. El PP ha mandado a los extrarradios de su organización a políticos como Gallardón, como Rato o como Pimentel y ha puesto al frente a gente como Acebes, Zaplana o Esperanza Aguirre y sobre ellos a un Rajoy al que no ha elegido nadie. Todos ellos se han empeñado en un ejercicio de oposición de bronca e irracionalidad que ni siquiera nos permite ver con claridad lo que de verdad hace mal el gobierno, porque ya no se puede siquiera adivinar dónde puede estar la verdad en ese golpeteo ciego que sólo persigue tumbar al oponente sin importar los métodos ni las razones. Yo como todo ciudadano quiero un buen gobierno, pero quiero también una buena oposición que señale errores y ofrezca alternativas, voces de sensatez, y no este exabrupto continuo. Siempre preferiré la palabra al puñetazo. O a la intervención de los militares.   

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