Si el mundo está mal hecho./ Si no tienen sentido/ ni el dolor ni la muerte./ Si sobra el sufrimiento./ Si la vida es injusta.../ ¿A quién puedo culpar yo,/ si Dios soy yo?.
Los versos que anteceden son obra del poeta sevillano Javier Salvago que estuvo la pasada semana en Albacete. Es un poema quizás ligero, donde prima ese golpe de humor final inesperado. Pero como sucede tantas veces con el humor inteligente, guarda verdades y elementos para la reflexión. Este poema conectó de inmediato con una idea que me ronda desde hace tiempo. Tengo la impresión de que uno de los males que aqueja a muchos de nuestros conciudadanos, y por ende a nuestra sociedad, es la falta de responsabilidad individual, la valentía para ser dueño y responsable de nuestros propios actos, o si lo prefieren, de ser nosotros mismos Dios, como dice el poeta.
Siempre se encuentra una justificación externa a nuestros males. A nivel social el gobierno lo hace mal o los demás no se comportan, o los obscuros cenáculos de poderes misteriosos y poderosos nos tuercen las posibilidades de que nos vaya mejor. A nivel individual, se encuentran cientos de razones que justifican conductas o resultados poco halagüeños. Que si la educación, que si la presión social, que si la devoradora máquina económica y, por supuesto, que si la suerte. Pero siempre la responsabilidad se explica por factores exógenos al propio individuo. De ahí que un drogadicto es una víctima, que los criminales vean escrutados sus historiales familiares porque casi seguro se encontrará una razón que explique su inevitable comportamiento. De ahí también que ante cada catástrofe se mire hacia el gobierno de turno que acaba por tener la culpa de las lluvias o los fuegos. De ahí también que los estudiantes que no dan golpe se les vea como víctimas del sistema educativo y de la sociedad en que viven. Y de ahí también que busquemos afanosamente qué cosas o qué personas son la causa de nuestras infelicidades. Vivimos en la época dorada de los psicólogos. Ellos nos explican las causas de nuestros problemas y desequilibrios, de las cuales por supuesto no somos dueños ni responsables, sino que lo son secretos mecanismos que no conocemos y por lo tanto de los que no somos responsables. La consecuencia es una sociedad blanda de individuos que buscan constantemente respuestas y tutelas fuera de su albedrío, su voluntad y su responsabilidad. Y no parecen muy felices. Tenemos los hombros pequeños para ser nuestro propio Dios.
2 comentarios
Boccherini -
Un saludo,
E.B. (ladridos.wordpress.com)
perdiz -