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El Puente. León Molina

Son cuatro

Son cuatro Escuché en una ocasión a un conciudadano bocón relatar anécdotas de un extraño viaje que compartió extrañamente con un alto cargo público de la provincia a un país americano. “Íbamos por las noches a cenar a los restaurantes más lujosos. En uno de ellos, el Sr. Tal, preguntó: `¿Tenís langosta aquí?. Pos langosta pa tos, lo que  haga falta. Y vino uno bien caro, que esta noche nos salimos´. Y así todas las noches. A tope, tirando de Visa Oro”. Claro que el bocón, que ocupa puesto funcionaril, también tiene su buena historia. Algún día se sabrá. A mí maldita la gracia que me hacía el relato. Porque si hay algo peor que la paletez dispendiosa de un nuevo rico, es esa misma paletez cometida por un cargo público a cuenta de los dineros de los ciudadanos. Recuerdo también el relato que me hizo una funcionaria sobre unos señores concejales que se acercaron a la taquilla de La Caseta una Feria a pedir que les prestaran dinero de la caja afirmando que lo devolverían al día siguiente ante la estupefacción de la funcionaria, cuya negativa enfadó a los señores ediles. Estos, además de paletos, eran cutres. O ese ¿señor? que facturaba bastante al ayuntamiento y amarraba sus contratos sufragando algún que otro fin de semana en Madrid sin salir de casas de citas de lujo con el funcionario comprador de sus servicios. Y duele profundamente cada vez que se conoce uno de estos casos, porque uno se afana a mantener viva la confianza en el sistema democrático y las personas elegidas por los partidos y los ciudadanos. Porque por más que buena parte de la ciudadanía acepta fatalmente con mejor o peor humor que políticos y funcionarios pellizcan, roban o se benefician de sus puestos, uno se aferra a la idea de que son una minoría. Porque lo contrario sería para cerrar el chiringuito y volvernos al campo a sembrar alcachofas. Últimamente se han destapado dos escándalos de este tipo; el concejal de urbanismo socialista al que han pillado con 500 kilos de hachís, total cuatro porretes, y es que como vio que no le daban la concejalía de urbanismo, cogió la de agricultura pensando que si no pillaba del ladrillo, pillaría de las matas. O el exconcejal pepero ultracatólico que se negaba a casar homosexuales y se gastó 50.000 euretes en bares de putos, cosa que podría ser un chiste si no fuera porque es un acto especialmente condenable, como he dicho, en un cargo público.  Deberían tener un aumento especial en las penas que les caigan. Menos mal que son una minoría. Vamos, no sé, digo yo.

2 comentarios

Pepito Grillo -

Pues yo, por lo poco que conozco, creo que es más frecuente de lo que parece. Pequeñas corruptelas, o aprovecharse de su puesto público es frecuente, desde usar para fines privados coches públicos, a llevarse una caja de dvd vírgenes o pedir que en las notas de comida el camarero apunte mas de lo que ha costado la comida, son usos habituales entre parte de los políticos y funcionarios. Afortunadamente son una minoría, pero mas de los que se pueden aceptar

democrito -

Totalmente de acuerdo contigo,esta gente que cree que estan por encima del bien y del mal son vomitivos.Quiero pensar que son casos puntuales, mas ligados a la podedumbre personal, que a la naturaleza humana,ya decia mi abuela " para saber como es pepillo dale un carguillo".
Un saludo.