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El Puente. León Molina

Liberales

Liberales

Existe un conocido principio político liberal que yo, como casi todo el mundo, no discuto; el conocido “mi libertad termina donde empieza la tuya”. Este enunciado es muy gráfico y por eso ha hecho fortuna, pero yo prefiero expresarlo de otro modo que deja abierta la puerta a que la libertad de cada uno se pueda solapar, superponer o incluso compartir. De este modo prefiero decir: “toda persona debe poder hacer todo aquello que libremente decida siempre que no cause perjuicio a otro”. Porque hay muchas cosas que no tienen porqué chocar con la libertad de nadie y porque aun en ese caso y según de qué se trate, se podría incluso negociar con el otro para asumir ciertos perjuicios en aras de un bien superior. Sin esto no serían posibles, por ejemplo, los pequeños sacrificios que el sentido común pide sean hechos en aras del compañerismo, el amor, o la simple convivencia. Es, por así decirlo, ver la misma idea desde el lado positivo. La visión expresada al inicio corresponde más a los liberales políticamente ortodoxos. Y creo que en buena medida ahí radica su “pecado original”, porque esa visión de la libertad individual exige que nuestra libertad se fundamente y concrete en la visión de la libertad del otro, o sea en su límite en el otro. La libertad de los individuos entonces se convierte en algo así como en un farragoso y permanente conflicto de fronteras. Tú llegas hasta aquí, y yo hasta aquí. Es un concepto de libertad que conduce directamente al individualismo más estricto y todas sus secuelas de egoísmos. Por eso en congruencia con este pensamiento, el liberalismo es implacable con cualquier tipo de organización de lo social que implique la más mínima cesión en esa libertad individual y la palabra “solidaridad” es empleada por ellos con desprecio.  Es ahí donde muchos chocamos con esa ideología, por más que nos agrade la preocupación y defensa que hacen los liberales del ejercicio de la autonomía de las personas que hoy, al contrario de lo que pudiera parecer se encuentra seriamente amenazada. Creo que no es necesario decir que hablamos de los auténticos liberales, de ese pensamiento a donde Rajoy mandó a Aguirre en sus rifirafes poselectorales como si la mandara a la mierda. No de un pensamiento de derechas cerril que se llama a sí mismo liberal porque le viene muy bien para proteger los derechos de los más poderosos y afortunados. De modo que estaremos cerca de los liberales cuando hagan sus cortes de manga al estado en sus intromisiones en las libertades del individuo, pero lejos cuando olvide que esa autonomía es deudora de la convivencia con los otros y de que sólo es posible en ella.

5 comentarios

Esteban -

Aclarado queda. Gracias por contestar a mis comentarios.

Un saludo

León -

Pues eso precisamente es lo que digo. El problema del que yo hablo es lo que produce definir la libertad por uno de sus atributos tal cual es su límite. Y parece que sólo nos fijamos en eso. Es como contentarse con decir que la vida es aquello que comienza en el nacimiento y termina con la muerte. Es verdad, pero tu sabes bien lo que es una definición basada en afirmar que algo es algo distinto a lo que no es. Si miramos algo con la sequedad conceptual de ser exclusivamnete lo que hay al interior de su límite, lo más probable es que nos quedemos sin saber lo que es. Y en el caso de la libertad, decía yo, que se pueden perder contenidos fundamentales como por ejemplo la responsabilidad y la dimensión social de nuestros actos. Pretendía con ello poner el acento en la diferencia que hay entre individualismo y egoísmo, o si lo prefieres, insolidaridad, que son actitudes que, desded mi punto de vista, dañan al ser humano en su búsqueda de la felicidad y a la sociedad en que vive en su búsqueda de una armonía creativa y gratificante.
Sobre los distintos liberales, llevas razón, está pobremente expresado -auqneu debo aducir de nuevo las servidumbres del tipo de texto-. El término liberal está tremendamente prostituido. Yo trataba de diferencia entre aquellos que saben lo que es y que intentan ser coherentes con unas ideas y aquellos que la usan como comodín vacío que "viste" mucho y esconde torvas actitudes políticas, pero que enfrentados a las ideas se desmarcarían, como se desmarcó Rajoy cuando mandó a Aguirre a la mierda liberal (independientementede que ella lo sea o no, que va a ser que no).
O vaya, si lo plrefieres, para diferenciar a aquellos liberales radicales que se pueden entender en bastantes cosas (como ha sucedido en no pocas ocasiones) con los anarquistas, de aquellos conservadores y neoconservadores que toman cuatro ideas del liberalismo para justificar y vestir sus políticas simplemente carcas.
Saludos

Esteban -

Celebro tu individualismo y entiendo que un artículo no es un ensayo, pero la brevedad no tiene que estar reñida con el rigor.

Decía en mi comentario que los dos principios de los que hablas (1º. "Mi libertad termina donde empieza la tuya" y 2º. "Toda persona debe poder hacer todo aquello que libremente decida siempre que no cause perjuicio a otro" son REFORMULACIONES del "principio del daño" milleano, o sea, viene a significar lo mismo.

Por eso no entiendo que adscribas el primero a los "liberales políticamente ortodoxos" (¿quiénes son éstos?) y que luego cargues contra el "liberalismo" (se supone que globalmente) como ideología despreciativa de la solidaridad. Al final no sé de qué liberalismos hablas o si metes a todos los liberales en el mismo saco (Esperanza Aguirre incluida).

Hay que evitar el aburrimiento en un artículo, pero también la confusión conceptual que, como sabes, no va reñida con la brevedad, antes, al contrario, los conceptos se expresan muy bien en la definición (S es P).

Y encuentro varias pero, sobre todo, una muy gorda en tu escrito cuando dices que

"esa visión de la libertad individual exige que nuestra libertad se fundamente y concrete en la visión de la libertad del otro, o sea en su límite en el otro".

¿Acaso piensas que es posible una definición de libertad que no considere al otro como límite?

Un cordial saludo

León -

No hace falta ningún intérprete (es más, por lo general los árbitros son impostores), porque si te fijas yo hablo de "negociar con el otro", no de árbritos externos. Y cuando hablo de un bien superior, no me refiero a una categoría absoluta, sino simplemente "superior" a la renuncia del ejercicio concreto de autonomía de que se trate, entre los que lo acuerdan o negocian. Y eso se hace sencillamente por amistad, por voluntad de hacer viable la convivencia, etc.
Yo también soy individualista. Pero reconozco que el individuo que yo soy tiene una dimensión social indisoluble con el resto de dimensiones que me configuran. Y sobre ella también recae mi responsabilidad. Si no fuera así no sería individualista, sino simplemente un caprichoso e inmaduro egoísta.
Por último te diré sobre el tema del uso de los conceptos que un artículo de prensa no es un ensayo, que tiene sus registros que se deben respetar. El peor pecado de un artículo no es la posible falta de profundidad o rigor conceptual, sino el aburrimiento. Un artículo es un texto "ligero", rápido, que lanza una idea o reflexión sin mostrar el aparato analítico que lo sustenta; eso es un ensayo, que por sencillo que fuere requiere más de las 30 líneas del artículo.
Saludos

Esteban -

Creo que tienes una confusión conceptual importante tanto en lo referente al concepto de "libertad" como al de "autonomía" (que en ocasiones no es sino uno te los tipos de libertad).

Convendría que afinases más y distinguieses entre los binomíos libertad interna/externa y libertad negativa/positiva tal como hace, por ejemplo, de forma magnífica un liberal "agonista" como Isaiah Berlin. Al no hacerlo, tu artículo se queja tan cojo como reducir la idea de libertad a la "libertad negativa" (aunque a mí personalmente es la que más me interesa defender).

Los dos "principios" políticos de los que hablas al principios no son sino reformulaciones del "HARM PRINCIPLE" (principio del daño) de John Stuart Mill (postulados de manera ejemplar en su "On Liberty"). Y también hay echo en falta más claridad conceptual puesto que Mill habla del "principio de libertad" como primer principio y, luego, del "principio del daño" como único límite o freno al anterior.

Liberalismos hay muchos y no voy yo aquí a decir cual es el liberalismo "pata negra", pero si puedo decirte que todos los liberalismos comparten un cierto "parecido de familia" y es éste:

A todos los liberales nos pone la carne de gallina oír hablar, como tu haces, de "un bien superior", sea en la versión republicana del bien común ("pace" Aristóteles o Maquiavelo) o sea en las vertientes holísticas o totalitarias ("pace" Rousseau" con su "voluntad general" o Lenin y los marxismos con su "vanguardia del proletariado", por no hablar del nazismo).

¡Qué le vamos a hacer! Los liberales somos individualistas y esto parece que puede ser para tí un incoveniente. quizá lo sea. Pero a un liberal como yo , me parece un inconveniente mayor hablar de "bienes superiores o colectivos", porque en ese caso nos encontramos con el PROBLEMA DEL INTÉRPRETE: ¿quién interpretará correctamente lo qué es el bien o interés general por encima de las privadas condiciones en las que se mueven los sujetos individualistas y egoístas del imaginario liberal?

¿El Partido? ¿La nación? ¿La raza?

No. A los liberales nos pone los pelos como escarpias oír hablar de estos "monstruos metafísicos", por eso somos individualistas y decimos que los derechos individuales o políticos son inalienables e indisponibles por la mayoría.

Saludos :-)