Los verdes II
Aunque el proyecto de un nuevo partido verde fuerte está todavía en un proceso embrionario, aquellos que estamos preocupados por nuestro medio ambiente deberíamos ir reflexionando sobre la hipotética nueva situación en nuestro país. En primer lugar tenemos el viejo problema de lo que cabe esperar de un partido verde. Un país y la vida de sus ciudadanos es una realidad mucho más amplia y compleja que el estado y necesidad de defensa del medio ambiente. Si votamos a un partido ecologista sabemos (teóricamente) que votamos por una determinada manera de entender el cuidado del medio ambiente, la cooperación entre pueblos, el favorecimiento de economías locales cooperativas y otra serie de cuestiones importantes y necesarias. Pero qué estaremos votando sobre otros asuntos como la política internacional, la estructura económica y financiera, el marco para el favorecimiento de una estructura industrial fuerte que cree empleo, sobre políticas sociales que no sean insostenibles por la demagogia de uno u otro signo, sobre la estructura de administración y gestión del estado y sus actores institucionales. Qué estaremos en definitiva votando sobre lo múltiples y complejos aspectos que requiere la dirección de un país singularmente complejo además como es el caso de España. Realmente no lo sabemos, dado que los partidos verdes han trabajado con intensidad sobre las cuestiones que le dan sentido –el medio ambiente- pero en el resto el espacio está copado por los partidos tradicionales. Parece entonces que, tanto para ese hipotético partido como para sus votantes, ni se plantea la posibilidad de gobernar, sino de alcanzar una representación importante para defender cuestiones que ningún otro partido defiende con decisión ni firmeza. Si es así, los ecologistas deberíamos valorar en nuestro voto tanto lo que conseguimos como las consecuencias acerca de quién realmente gobernará después de descontar los votos entregados a los verdes. La cuenta no es fácil y puede ser dolorosa por más que estemos hasta el gorro de la destrucción sostenida del mundo en que vivimos con la anuencia de los partidos tradicionales. Si finalmente cuaja ese partido, muchos nos vamos a calentar la cabeza, lo cual si bien se piensa no es malo.
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