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El Puente. León Molina

Indiferencia y ciudadanía

Indiferencia y ciudadanía

En muchos de los artículos que comparto con ustedes en esta columna de los martes cruzan de fondo ideas referidas a la decadencia de nuestra democracia (o de las democracias occidentales en general) y la decadencia de la ciudadanía como sujeto de acción de la política. Siempre hay personas capaces de expresar mejor y de un modo sistemático nuestras ideas. Por eso traigo aquí un texto que acabo de leer. Su autor es Josep Ramoneda que en su libro Contra la indiferencia define “indiferencia” como: “ En política: proceso ideológico que consiste en desprestigiar la política y favorecer que la ciudadanía se desentienda de ella con el objetivo de construir un sistema en que los ciudadanos sean estrictos comparsas de la gestión de una oligarquía económico-política y mediática. Es lo que llamamos totalitarismo de la indiferencia”.   Si nos fijamos bien, podemos comprobar que los partidos políticos nos buscan fundamentalmente para escudriñar cuál puede ser la intención de nuestro voto y tratar de llevarlo a su saca. Nuestra participación y la confrontación crítica de sus ideas no solo no les interesa sino que más bien es un obstáculo, una molestia.  Así las cosas, la mayoría de los ciudadanos desisten de esta actitud y actividad capital para alcanzar la plena ciudadanía y no participan, ni se organizan, ni luchan porque dan de antemano por perdida la partida por la sordera y desprecio olímpico de los partidos. Con el agravante de que se desprecia la política en vez de despreciar a aquellos que la pervierten. Y se realimenta la espiral.  Lo triste del caso lo podemos extraer también del libro de Ramoneda cuando dice: “El hombre capaz de conocer y decidir, el hombre responsable de sus acciones. El hombre autónomo también frente al poder real. Este hombre emancipado  en el plano político recibirá el nombre de ciudadano. Este ideal es, a mi entender, el más noble que se ha cifrado nunca el espíritu humano. Y su vigencia es más necesaria que nunca cuando la sociedad de la información está amenazada por el totalitarismo de la indeferencia”. Vale entonces decir lo malos que son nuestros políticos, pero debemos también preguntarnos cuán buenos o malos somos como ciudadanos. Y perdónenme ustedes la impertinencia.

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