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El Puente. León Molina

Productividad

Productividad

Estoy plenamente convencido de que a los dirigentes de la UE, Europa como ámbito social y cultural les importa un pimiento. Sólo les interesa aquello que tiene que ver directamente con el crecimiento económico que es el nuevo dios del continente y del mundo desarrollado. Y por tanto la prioridad es salvar el euro que es casi la única realidad tangible de la Europa unida. Dentro de las reformas que se proponen actualmente para responder a la crisis no se hace nada para revisar el modelo económico, pero lo que haga falta para salvar el sistema de moneda única y, en general los beneficios del gran capital. Últimamente se empieza a hablar de adaptar los salarios a la productividad, o más bien, es la condición que pone Merkel –seguida lacayunamente por Sarkozy-  para que Alemania siga tirando del carro. En principio a la mayoría no le parece tan mal eso de adaptar el salario a la productividad. Pero enseguida se plantean preguntas clave. ¿Quién va a medir y cómo la productividad?, ¿La productividad será una media o una medida individual de resultados para cada trabajador? Yo desde luego no quiero ni de coña que me hagan la media de esfuerzo laboral con alguna administración que yo me sé. Adecuar el salario a la productividad se puede hacer y de hecho se hace  al interior de las empresas; en las empresas privadas de hecho quien se esferaza más y aporta más, gana más y sólo existen excepciones en las plantillas de las grandes corporaciones y sobre todo en los empleados del sector público. En este sector no es raro que un gandul improductivo se convierta en jefe mejor pagado que un buen trabajador sólo porque tiene más antigüedad por poner sólo un ejemplo de norma arbitraria. En la empresa privada es mucho más difícil que esto ocurra por la pura lógica de la defensa de los resultados y el beneficio. En fin es una bonita idea de difícil aplicación.  Más bien me temo que será un coladero bien diseñado para seguir recortando a los trabajadores. Ya saben, que trabajemos más por menos durante más tiempo para conservar las bienaventuranzas de la sociedad del bienestar y sus juguetes envenenados, mientras la lista Forbes de megamillonarios crece a una velocidad sólo comparable a la miseria del tercer mundo.

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