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El Puente. León Molina

Escuchar

Escuchar

Según cuenta el traductor de poesía japonesa y gran conocedor de Japón,  Alberto Silva, cuando los japoneses se reúnen para pasar un rato juntos, el anfitrión siempre mantiene llenos los vasos de sus invitados. En cada ocasión que ha de rellenarlos los coge y va a la cocina a hacerlo. Esto es así porque la pausa se considera algo importante y conveniente para una buena comunicación. Y, de hecho, si esa pausa para rellenar los vasos no se produce, de vez en cuando todos lo reunidos espontáneamente guardarán silencio unos minutos, lo que se considera signo de buena educación, de estar interesado en las cosas que se están diciendo y agradecido por poder estar escuchándolas. Estos silencios se reflejan en el arte con frecuencia, como por ejemplo en el  poema de Ryôta que dice: “el dueño, el huésped / y el crisantemo blanco, / enmudecidos.” No hay pues mayor señal de respeto para el japonés que el silencio. Un silencio que podríamos llamar “activo” pues no consiste en no decir nada, sino en estar atento y disponible para los demás. En nuestro mundo occidental y, especialmente, en nuestro mundo latino, creo que vivimos en las antípodas de esta cultura. Somos máquinas de hablar y queremos reafirmar nuestra presencia no por el silencio como los japoneses, sino por emitir ristras de opiniones casi sin respirar, por hablar de todo con vehemencia y, lo que es peor, en un tono de voz bastante alto. Por las mañana, tomando café, suelo quedarme absorto viendo las tertulias de gente que viene de dejar a sus hijos en el colegio y se reúnen para desayunar y charlar. Lo que me sorprende de estas charlas es que en ningún momento hay una persona hablando y las demás escuchando sino que por lo general hablan varias a la vez y con sorprendente habilidad  los que escuchan están en más de una de las conversaciones cruzadas  y pasan de la escucha al parloteo en cuestión de segundos. Y parece ser que se entienden o, cuando menos, que se sienten satisfechos de participar  en ese jolgorio de gallinero. Somos así y lo pasamos bien de este modo que deja perplejos a los guiris y mataría del susto a los megaguiris de los japoneses.  Vale. Pero puede que no estuviera  mal aprender algo de la cortesía del silencio japonesa y escucharnos un poquito de vez en cuando. De eso no se ha muerto nadie y es un modo sencillo de aprender cosas y enviar respeto y afecto a quien nos escucha. No sé, digo yo.

1 comentario

Chobal -

Vale, cuando nos juntemos, tu calla que yo casco y bien fuerte.