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El Puente. León Molina

 

METAFÍSICA, CON PERDÓN

 
 

La vida no existe. O no es desde luego aquello a lo que llamamos “vida”. La vida puede ser la historia de los momentos fugitivos del presente que ya pasaron y se amontonan como cascotes de nuestra lenta destrucción. La vida puede ser la maleta de anhelos que arrastramos por las estaciones a las que llegamos y de las que partimos cada día. Con esas cosas confundimos la vida porque no somos capaces de soportar la fugacidad del presente, su extrema pequeñez, su inexistencia, que es en realidad lo único que tenemos y a lo único que en propiedad podemos llamar “nuestra vida”. La sabiduría popular lo expresa muy acertadamente cuando ve el rostro de la muerte; “no somos nadie”, dicen a los deudos en un rapto filosófico que busca dar consuelo. No sufras, porque se fue el muerto que no era nadie y te quedas tú que tampoco lo eres. El presente es tan estrecho que todo sufrimiento es pasado. Vano consuelo. Por eso nos inventamos a Dios y la otra vida, la suya, la de verdad, la perfecta por desconocida, de la que ésta es sombra y mala copia. El más duro golpe a la vida sería que la vida existiera. Los grandes poetas, que pueden escribir tratados filosóficos en unas pocas líneas han conseguido a veces expresarlo. Como Quevedo cuando dice “Ayer se fue; mañana no ha llegado;/hoy se está yendo sin parar un punto:/soy un fue, y un será, y un es cansado./En el hoy y mañana y ayer, junto / pañales y mortaja, y he quedado / presentes sucesiones de difunto.”. Yo no soy más que la imagen del difunto que seré dentro de un momento.

Nuestra cultura busca con ferocidad vivir el presente, por eso nuestra cultura y sus manifestaciones son cada día más banales. La belleza y la inteligencia son sueños. En ellos estriba la grandeza del ser humano que es capaz de inventar vidas para vivirlas fuero del cerco feroz del presente. Por eso, decir “vive el presente” viene a querer decir “se un idiota”, “no seas nada”, “no vivas”.  Claro que todo ello es lo más coherente con nuestra cultura y nuestra economía. Los rebaños de zombis llenamos los centros comerciales, los multicines del cine basura, los trasnoches de las inútiles escapadas,  pasamos horas delante del televisor para llenarnos de opiniones sin fuste.  Pero la belleza, la inteligencia y, porqué no, la alegría, que son las construcciones humanas que nos salvan del presente asesino, llevan tiempo, dedicación, esfuerzo. Son construcciones infinitas de pasado y futuro. El profeta dijo: “apagad la tele, matad al presente, sed libres, no vivais más que en vuestros propios sueños ”.

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