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El Puente. León Molina

UN PUÑADO DE LINCES SOLITARIOS

 
 

Hace unos días la prensa informaba de un descubrimiento esperanzador y hermoso en el campo de la zoología de la península. Existen colonias vivas de lince ibérico en  los Montes de Toledo, en la región limítrofe de las provincias de Ciudad Real y Jaén, cuya extinción había sido corroborada por los estudiosos hace años. En un minucioso estudio de campo se han recogido heces de los amimales y , a través de estudios de ADN, se ha comprobado que pertenecen a individuos distintos, lo que garantiza que, aunque pequeña, existe una colonia de estos animales. El estudio, según se informaba, se encuentra ahora en la fase nada fácil de fotografiarlos e identificarlos para elaborar un plan de acción que favorezca su supervivencia.

Que exista un puñado de linces en un territorio donde los creíamos extinguidos, puede que no sea asunto trascedente. Pero yo los he visto durante todos estos años caminando entre las breñas envueltos en un halo de silencio, mirando y viendo hasta más allá del horizonte para medir el espacio de sus soledades,  los he visto con sus picudas orejas peinando el viento para entregar a los conejos con la muerte la épica de la que carecen. Los he visto adustos y mimosos cuidando a sus cachorros, siempre los últimos cachorrros de la especie. Y los he visto dejando, acaso descuidadamente, sus heces para que otros compongan el rompecabezas.

Que yo haya soñado todo eso no es desde luego en modo alguno asunto trascendente. Pero la noticia y el sueño me han mostrado que existen personas que como los linces sobreviven en el olvido, que viven en el eco de su desaparición. Personas que viven solitarias en las anchuras de nuestro tiempo, que viven entre los otros sin que nadie los vea. Personas que aman el saber callado, que afilan como los linces sus uñas en los troncos del pensamiento, que critican su mundo por el instinto de un amor feroz a sus semejantes. Hablo de filosófos, poetas y otros resistentes. Son personas que se esconden del disparo narcótico del despilfarro, del tiro de la idiotez común. Piensan. Son libres. Casi no existen. Son supervivientes en un mundo que los desplaza roturando los bosques frondosos de las ideas, envenenando la cultura de que se alimentan, atravesando sus veredas solitarias con las autopistas de una información enorme y vacía. Con sus heces, dejadas acaso descuidadamente, otros compondrán nuestro enorme rompecabezas.

 
 

León Molina

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