Plá y la educación
Extraigo del libro de sentencias y aforismos de Josep Plá Sentencias e Impresiones, recopiladas por Andrés Gómez-Flores, la siguiente: “La educación del hombre, en tanto que cultivo de lo que tiene de más personal, individual e insoluble, ha pasado a la historia. La educación consiste en el cultivo de la mediocridad imitativa generalizada”. La sentencia es una forma de discurso pequeña pero global, sin matices ni argumentaciones, que va al fondo de la cuestión sin titubeos, por lo que espera del lector más que acuerdo, adhesión. Ahí estriba su peligro, pero también su magia. Por lo tanto, no sé si Plá en este caso lleva razón o no, pero me adhiero. Nebulosamente, difusamente, sin necesidad de estudios o argumentos, sé que eso es así. Pero a partir de ahì, razonando un poco, podemos empezar a ver los síntomas de esa verdad. Un ejemplo es la constante batalla social y política que existe para definir los planes de estudios en los distintos niveles educativos. ¿Por qué tanto interés?. A mi modo de ver la educación se concibe como el instrumento socializador del individuo, no como el instrumento liberador. Dicen que sí, que la educación libera, pero es una libertad con trampa porque tú no haces las preguntas, sólo respondes las preguntas que ya están hechas dentro de los límites de lo socialmente aceptado, mientras que la puesta en cuestión de los valores dominantes se considera heterodoxia ácrata y peligrosa. Es algo desde luego coherente con nuestro sistema económico y social, que no necesita para nada ciudadanos libres, ácratas, ni críticos, sino consumidores homogéneos que se conforman con elegir entre Burguer King o Mcdonald´s, entre Bisbal o Richy Martin, Renault o Citroen, Cancún o Praga, PSOE o PP. Y cada elección es una trampa porque ha dejado fuera un mundo de posibilidades. ¿Cómo quieres que te mate de una puñalada o de un tiro?. Si respondes, estás muerto. Hablemos de tu derecho a matarme y si no se puede hablar, ganará el más bruto, pero no me vas a enredar con la pregunta. Por eso no está bien vista una educación abierta al modo socrático, una educación sin prisas y sin programas. Ya dice el sistema educativo lo que hay que saber y presiona a los educadores para hacerlos meros agentes de la doctrina. Al tiempo que éstos se frustran, a los educandos se les rebaja el nivel de exigencia para que sean incultos si quieren, pero que consigan su título que no es otro que el de ciudadano. Y la verdadera educación, queda para los cuatro raritos curiosos que no pintan nada entre nosotros.
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