Voceras
Existe una palabra muy manchega, que no recoge el diccionario, pero con la que seguro nos vamos a entender; la palabra “voceras”. Quizás la más parecida que hay en el diccionario sea “vocinglero”, que define como “que da muchas voces o habla muy recio”. Pero ustedes, que son manchegos, saben que “voceras” tiene una connotación añadida en el sentido de alguien que habla de más y generalmente con poco fuste. El voceras es un tipo que se gasta mucho en nuestro país. Hay personas que al parecer se sienten cómodos y reafirmados con una voz tronante usada a un volumen que puede superponerse incluso a las demás de un bar del polígono a la hora del almuerzo, que es uno de los niveles de bulla más altos que se pueden disfrutar en nuestra ciudad. El voceras se siente seguro de sí mismo y le cuenta a todo el mundo en cien metros a la redonda sus muy precisos análisis futbolísticos o sus profundos conocimientos de los más oscuros entresijos de la política nacional y hasta internacional. El voceras tiene también una manifiesta falta de pudor cuando por ejemplo cuenta sus planes de pegarle dos ostias a alguien que a juzgar por su énfasis, seguramente se las merece. Pero la auténtica gloria del voceras ha llegado con la irrupción del teléfono móvil. Un voceras agarrado a un nokia que le avisa con el paquito chocolatero a toda pastilla es una curiosidad zoológica, una especie endémica de la península ibérica que debería entrar en las listas de conservación de la Unión Europea. Hace unos días pude presenciar una escena que ya hubiera querido filmar Rodríguez de la Fuente. Iba por la calle a mitad de una manzana y me sobresaltó el berrido de un voceras desde la esquina, que decía “¿dónde estás mariconazo?” (todos debíamos ser mariconazos porque miramos como veinte persona por toda la calle). Y enseguida escuché desde la otra esquina de la manzana “voy por la calle ancha, so mamón que te estoy buscando”. Era otro voceras amigo del primero. “Pero si te estoy oyendo pero no te veo, chorra” decía el voceras número uno, “pues apaga el móvil y sigue hablando” decía el voceras número dos. Los surrealistas amigos voceras por fin se encontraron y nos contaron a todos que estaban muy contentos de verse y que se iban a tomar un café juntos, lo cual nos dejó a los treinta o cuarenta viandantes mucho más tranquilos. Los voceras son gente patosa, molesta y contaminante. Pero se les ve tan felices y realizados en su permanente berrea que ni siquiera nuestra eficacísima policía municipal osan perturbar su paz tronante.
2 comentarios
Diego -
Salu2.
Diego.
KinJongII -
Si la berrea a escala bovina pone en juego los signos con el fin de demostrar una fuerza biológica en un escenario donde los bóvidos saben lo que se pone en juego, en la berrea digital, el voceras pone en juego el mensaje en un escenario ecológico más amplio, pero no por ello menos abreactvo.
Sin embargo, mientras que en el mundo animal el bóvido puede someterse al escrutinio de algún depredador,aunque no por ello desaparecería la berrea, en el mundo humano los cerebros espongiformes provocan desde estupor hasta la más notable admiración. Y es más, estamos asistiendo a su desmultiplicación indiferenciada, protozoaria y bacterial (cadena ser, cadena cope, televisiones...) pero en el orden de la perfomance colectiva y del espectáculo en su versión más esteticista, o en la versión hortera y gañana de Castilla La-Mncha tv.
En fin, todos sabemos que el voceras tiene un cerebro esponjoso pero no por ello, debemos dar por hecho, que sabe distinguir entre esfera pública del mensaje y esfera privada del mensaje. Como el sistema ya no sabe distinguir entre la esfera de la intimidad y la esfera de la publicidad. La escalada bovina no tiene límites.