Deporte y mercancía
A Manolo Beltrán le han pillado haciendo trampa por dopaje en el Tour de Francia y le han echado. Él pide presunción de inocencia. Pero se va a encontrar con dos pegas; Primero que no es que haya sido acusado, es que hay un análisis que da positivo, es decir, hay una prueba y ha sido condenado. Si le salva la prueba B a nadie escapa que será un tecnicismo. Segundo, que él es un gregario –de lujo, pero gregario- y no va a tener a nadie que le eche una mano en los vericuetos legales y políticos de las distintas organizaciones que mueven el ciclismo y que están a la greña. Si se llamara Perico y fuera un número uno y además fuera un tío simpático –que no lo es para nada- como el segoviano, otro gallo le cantaría. Perico también fue pillado el año que ganó el Tour, pero el país entero se lanzó a una guerra sin cuartel contra los pérfidos gabachos que nos querían levantar el Tour. Detestamos la trampa y el dopaje, pero nos ponemos como fieras si acusan a algún deportista de la tierra que nos gusta. El deporte en realidad nos importa poco, es más bien cosa de demostrar por persona interpuesta lo grandes que somos. Las organizaciones pelean como verduleras por ver quien manda y se hacen también marrullerías y trampas para tener el control y el poder, llegando incluso a utilizar el dopaje de los corredores como arma arrojadiza contra el adversario. Porque el deporte está repleto de mangantes que buscan en él su poder mediático y de influencias y el deporte en sí les importa muy poco. Y en el deporte profesional hay incluso muchos deportistas a los que el deporte importa poco. Les importa la gloria, el dinero y todas esas cosas que poco tienen que ver con la diversión del juego y el placer y relajación que produce utilizar las posibilidades atléticas que proporciona nuestro cuerpo. El pobre deporte está solo en medio del deporte. Es una más de las perversiones del capitalismo avanzado; El deporte, como todo, se convierte en mercancía que se compra y se vende y las gestas deportivas vienen a ser algo así como los movimientos de la bolsa del mercado deportivo. Han conseguido que haya mucho dinero en juego y los deportistas con poco seso se machacan con tal de figurar en las cotizaciones. Todo esto unido al tribalismo de baja estofa que suele dominar a los espectadores-consumidores, están haciendo del deporte profesional una actividad presa de la mezquindad y la horterez, que sólo se salva por el silencio sacrificado de los pocos que aun consideran que practicar deporte sólo tiene sentido si nos lleva a la alegría, la generosidad y la nobleza.
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