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El Puente. León Molina

Democracia devorada

Democracia devorada

El modo en que se ha llevado a cabo recientemente la elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial es un claro ejemplo de lo que sucede en nuestro país con la política y con la democracia. Los grandes partidos en su ansia infinita de control, usurpan por los atajos y por los acuerdos que se pactan por debajo de la mesa un poder que no les es propio. O dicho de un modo más contundente, los partidos socavan la democracia devorándola. Creen que deben mandar en cualquier aspecto de la vida pública por sólo por haber  sido votados por los ciudadanos. Y así todo lo van amoldando al interés propio, al férreo afán de dominación de todas las reglas de la vida pública. Y llegamos a un país donde puede gobernar un alcalde que no ha sido votado por nadie, donde un partido que saca la mitad de votos que otro tiene cinco veces más representantes, donde las mancomunidades de municipios mangonean los grupos de acción local que son los encargados de decidir sobre la aplicación de fondos europeos para ser ellos quienes tomen las decisiones, donde se mantienen sin discusión instituciones territoriales carentes de sentido porque son centros de poder, cuyos presidentes y diputados provinciales  no han sido elegidos por nadie y  no tienen que dar cuentas más que a sus jefes de partido, donde se ha convertido ya en una rutina que haya representantes proporcionales de los partidos hasta en un campeonato de mus de barrio. En este país los políticos toman decisiones cada día que afectan a la sanidad, a la justicia, a la empresa y hasta la convivencia y la moral con una enorme soberbia, sin contar para nada con el criterio de aquellos que saben del asunto de que se trate o simplemente están involucrados en ellos, porque si contaran con ellos correrían el riesgo de que los interesados les demostraran que sus proyectos no tienen sentido. Y eso nuestros políticos no pueden soportarlo ni de lejos. Pero todo este poder inmenso lo están consiguiendo sobre todo porque los ciudadanos no participan en los asuntos de la vida en común.  Existe tal desprestigio de la política, que los ciudadanos han llegado a confundir la lucha partidista por el poder con la política de los ciudadanos, que consiste en participar, implicarse en los asuntos de la comunidad, apoyar o rebelarse, luchar porque nadie usurpe su capacidad de pensar.  Pero votamos y permanecemos cuatro años callados, mientras los políticos hacen lo que les da la gana, incluso pisotear una de las reglas de oro de la democracia como es la independencia de los poderes públicos. 

2 comentarios

leon -

Estimado Sr. Puli: Si se fija usted, el artículo comienza con la expresión "El modo en que se ha llevado a cabo...". Esa era la intención. Aunque al releer movido por la alta consideración que le tengo, comprendo que se puede entender lo que usted muy bien dice. De modo que estamos de acuerdo en todo el artículo, lo cual me sonroja.
Suyo.

Puli -

Me parece ver cierto tremendismo en su análisis. El problema no es que los partidos elijan a los miembros del Poder Judicial, pues si no los eligen los partidos, es decir, el Parlamento, ¿entonces quién lo haría? El problema no es que los elijan, sino que elijan a cualquiera, que no se examine públicamente y a fondo a los candidatos para comprobar su idoneidad profesional y política. En cuanto a las otras cosas que dice en su artículo, no le replico porque me temo que tiene usted razón y para darle la razón a alguien no se pone uno a escribir comentarios, la verdad.