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El Puente. León Molina

Papeleta en mano

Papeleta en mano

Soy demasiado mayor para ser excesivamente rojo y me he dado el gusto tantas veces de elegir y de equivocarme que tampoco puedo ser excesivamente conservador. Cada día siento más fresco, fuerte y determinado en mi interior al ácrata que siempre ha vivido en mí, pero al mismo tiempo considero que es muy importante cumplir las leyes, incluso aquellas que no nos gustan y  sobre todas ellas la moral como exigencia inexcusable.  Creo con los socialistas que no es mala cosa buscar mecanismos sociales que propicien una situación aceptable tal cual es la solidaridad y la igualdad de oportunidades. Pero creo también con los liberales que la socialdemocracia ha venido creando unos enormes sectores de gente sin capacidad de emprendimiento ni de autodeterminación, una especie de gran clase pedigüeña y cobarde que pide al estado que le fabrique un confort estándar poco complicado y para ello están dispuestos a convertirse en dóciles ignorantes. Creo con los anarquistas que el poder político es esencialmente corrupto y corruptor y requiere de voluntarios un tanto desalmados que estén dispuestos a decirle a otros lo que deben hacer. Con ellos creo en la democracia, pero en la democracia de la participación y por tanto desarrollada en ámbitos practicables, de modo que la democracia en un estado de medio millón de kilómetros cuadrados y cincuenta millones de habitantes es una parodia, una ilusión que puede satisfacer sólo a personas poco maduras. En una democracia valiosa España no podría ser más que una federación de federaciones. Y con todo, me pondría enfrente de cualquier aventurero que quisiera desmontar el chiringuito con demasiada prisa y mucho menos con violencia.  En el comunismo veo muy poco salvable salvo algunas luminosas ideas de Marx que estuvieron en su nacimiento y desde luego en el conservadurismo extremo o el fachismo, nada de nada. Hasta aquí hemos llegado. Y esa es la teoría, en la práctica, vemos además cada día cómo la política es devastada por los políticos profesionales y los propios ciudadanos hasta convertirla en algo abyecto y despreciable. Con frecuencia me siento un tonto. Pero me siento un imbécil  cuando me veo cada cierto tiempo con mi papeleta en la mano en el colegio electoral. Tan imbécil como si no fuera.

1 comentario

Chobal -

La has "clavao"