Blogia
El Puente. León Molina

2011

La aldea

La aldea

La vida en las aldeas de la sierra albaceteña fue bastante dura durante muchos años. Probablemente esto propició un tipo de vida donde la comunidad era imprescindible para salir adelante. La ayuda no podía venir de fuera porque la incomunicación era enorme y porque no había dinero para abastecerse de casi nada, de modo que forzosamente los vecinos debían ayudarse y esforzarse por mantener unas buenas relaciones. En algunos lugares esta vida en común era tan fuerte que la totalidad de los vecinos eran como un clan, casi una familia. En este sentido en algunos sitios las cosas irían mejor que en otros, pero todos necesitaban el auxilio de los demás. Como es lógico, estos lazos iban más allá de la ayuda en los trabajos y faenas de cada cual y se compartía también el tiempo libre, las confidencias, el cuidado de los hijos, y en general, la vida. En Yetas, que es el lugar que más conozco de una de estas localidades, Nerpio, estas relaciones estrechas han sobrevivido hasta hoy y se desarrollan de un modo armónico por el que es realmente un placer echar raíces de algún modo en la aldea. Porque los que hemos llegado de fuera hemos sido recibidos con los brazos abiertos y hemos entrado con naturalidad dentro de la “familia”. En Yetas la gente se preocupa por sus vecinos y siempre hay alguien dispuesto a echar una mano a quien lo necesita. Cuando llegan las cosechas la gente se intercambia  productos de la huerta,  cuando se destila a nadie le falta su botellita de aguardiente,  al bar puede llegar Gregorio, el rey de la huerta, y poner en la barra un montón de tomates para invitar a todo el mundo, o puede llegar otro día con guíscanos para hacer un almuerzo para quien esté allí. Porque el bar de la aldea, es mucho más que un bar, es la casa de todos. Una vida comunitaria que ya se está perdiendo y aun con toda su dureza proporcionaba a la gente tranquilidad y un cierto sentimiento de seguridad a pesar de tener muy poco. Nuestro estilo de vida está devorando a estas aldeas y con ellas un poco a todos nosotros. La aldea no es el paraíso, es cierto, pero cada vez más el mundo es un infierno. 

El mazo

El mazo

Cuando definitivamente el mal ya está hecho y hay que afrontar la salida de la crisis, en efecto hay que hacer reajustes en el gasto para salir del hoyo. Estos reajustes deberían cumplir dos objetivos; eliminar gastos de los que se pueda prescindir y que sirvan para empezar a caminar en una dirección que cambie la estructura que nos ha llevado a la situación actual. Resulta evidente que los gobernantes no están mínimamente decididos a dar pasos para cambiar el modelo y no ponen en cuestión el origen del mal, tal cual es una economía liberal a ultranza. El peso de los recortes se ha cargado fundamentalmente sobre los hombros de los trabajadores mientras por ejemplo los bancos nos dicen que han ganado “sólo” no sé que burrada de millones. Recortar el gasto social es fácil, una idea accesible para tontos, pero ahorrar en todos los recovecos de la administración pública y sus derroches necesita un esfuerzo analítico, determinación, vergüenza y generosidad políticas que desde luego no sobra en estos tiempos. Ejemplo típico podría ser la locura del AVE. Inversiones públicas tremebundas para crear  un tren de Albacete a Madrid que ahorra veinte minutos, con un billete carísimo que hace que vaya vacío. ¿A quién le reclamamos ante este dislate?. Pero donde esta dirección política resulta desastrosa para nuestro futuro es en educación e investigación. Ya han empezado los recortes en educación, que ya estaba mal,  justo donde no hay que recortar sino justamente invertir más para sembrar un futuro mejor. Y en investigación… Hace unos días unos chavales universitarios que tienen un proyecto capaz de competir en un concurso en el Instituto Tecnológico de Massachussets buscaban como locos unos seis mil euros para los gastos que le ocasiona esa participación. No les hicieron ni caso. Lo pidieron en Internet y los sacaron en la televisión y allá que se presentó la ministra del ramo sonriente diciendo que apoyaban a los jóvenes y que el ministerio les daría una cantidad igual a lo que consiguieran en su campaña. Lleno de vergüenza e indignación apagué la tele. Se perpetúa el modelo de economía salvaje, de la cutrez y la desfachatez mientras nosotros aguantemos. Porque al loro con los que vienen detrás; están esperando a que les den el mazo para remachar el clavo.

Paz y partidos

Paz y partidos

Los partidarios de la izquierda abertzale han fundado un nuevo partido y han declarado que este partido es contrario al uso de la violencia con fines políticos y ha incluido explícitamente en esas manifestaciones a la violencia de ETA. Es comprensible la desconfianza. Sin embargo hay un hecho diferencial respecto a maniobras anteriores que es precisamente esa manifestación. Ante esto el PP ha contestado con furia negando cualquier posibilidad de cambio en el mundo abertzale y exigiendo al gobierno cosas que el gobierno no puede hacer como ilegalizar al nuevo partido (sólo lo pueden hacer los jueces). Estoy seguro que en el PP la mayoría de las personas detestan la violencia etarra y desean su fin, pero también es cierto que ese partido ha luchado siempre por hacerse dueño y capitalizar el sentimiento antiterrorista, como si fueran ellos los únicos que se oponen realmente al terrorismo, por mucho que tanto la lucha policial contra ETA como la negociación con ella esté perfectamente repartida entre ellos y el PSOE.  Por su parte el PSOE (en cuyo mundo también estoy convencido que todos quieren el fin de la violencia) capitaliza a futuro ese fin de la violencia bajo el supuesto de que su adversario político por su radicalismo antiizquierdista no será capaz de conseguirlo y le corresponde a él poner el sello y conquistar las mieles de la consiguiente alegría popular.  Por eso, porque no quieren patinar de nuevo van a ser muy cautos y muy duros. Estas actitudes, que si estoy en lo cierto existen en ambas formaciones, pueden llegar a ser una sombra importante, un obstáculo fruto de la mezquindad de la lucha partidista que retrasaría inútil y peligrosamente el fin definitivo de la violencia. IU (Ezker Batua) tendrá que desliar su cabeza tras olvidar que el universalismo inherente necesariamente a un pensamiento de izquierdas es incompatible con el apoyo a los nacionalismos cejijuntos de izquierda y de derecha y han estado en la política vasca que no sabían si tirarse al tren o tirarse al revisor. Hay que decirle a todos los partidos que si no saben a quién tirarse que se alivien como puedan, pero que pongan la consecución de la paz por encima de cualquier otra consideración. Los estaremos vigilando.

Ajedrez maldito

Ajedrez maldito

Hace unos días escuché en Radio Nacional una entrevista a la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, en la que habló ampliamente de los últimos acontecimientos en los países árabes del Mediterráneo. En sus palabras se dejaba ver una de las caras más despreciables de la política internacional; la preeminencia de los “intereses nacionales” a la justicia. El gobierno español, al igual que el resto de gobiernos de los países occidentales, ha descubierto de pronto que en Túnez y en Egipto no hay democracia y manifiestan la urgente necesidad de cambios que lleven a los ciudadanos de estos países a su consecución. De pronto han olvidado que durante décadas apoyaron a estas dictaduras porque según su posición en el ajedrez maldito eran un tapón al integrismo islámico. Y cuando el entrevistador le habla de Marruecos, ahí se le aflojan las rodillas a la ministra y, casi balbuceando, dice que Marruecos es diferente, que en Marruecos se han registrado avances y que los niveles de libertad eran mayores que en Túnez o Egipto. Sagazmente el entrevistador le dice que prefiere que la comparación la haga con nosotros o cualquier país europeo y la ministra se enroca en su discurso. Que además es vergonzosamente falso; en Marruecos las elecciones son amañadas,  el parlamento está abarrotado de diputados por designación real – la camarilla de la corona-, la corona posee una de las grandes fortunas del mundo custodiada en bancos europeos, dinero hurtado al pueblo a través de la venta corrupta de contratas y ventajas desleales a terceros, tiene una gran cantidad de presos políticos, una libertad de prensa machacada, un pueblo saharaui sojuzgado. Y es que Hassan además de rey es dios, la pera. Pero Marruecos es diferente, dice la ministra. Si se levanta el pueblo marroquí, con la misma cara dura dirá al día siguiente que son urgentes las reformas para que el país alcance la democracia. En política internacional la ética, la justicia, los valores, la solidaridad y cooperación no cuentan para nada. Como ser humano pertenezco al mismo único país que un marroquí, el de la humanidad entera, y escuchar a la ministra me produce dolor y vergüenza. Hermanos marroquíes, o guineanos o papuenses o de cualquier parte, sabed al menos que no es la voz de muchos de nosotros la que sale por la boca de nuestra simpática ministra.

Me se saltan la lágrimas

Me se saltan la lágrimas

Desde hace tiempo ha venido decayendo mi aprecio por nuestros sindicatos. Son organizaciones mastodónticas y por tanto burocratizadas y que favorecen un sistema de castas internas. Son organizaciones verticales de arriba hacia abajo por mucho que pretendan aparentar lo contrario. Los grandes jefes dan las instrucciones y la organización obedece,  lo que propicia la sumisión de la organización y el alejamiento de las bases. Son organizaciones que reciben dinero público por lo que su combatividad siempre se verá mediatizada por el dinero del que en buena medida dependen para mantener sus grandes organizaciones. Recuerdo aquí que mi padre, que era secretario de finanzas local de su sindicato, me contaba  que la aceptación de fondos de cualquier institución pública o privada simplemente estaba prohibida estatutariamente (y hablo de los años 40). Son organizaciones con montones de liberados, lo que produce que esos liberados no podrán actuar del mismo modo que si no se estuvieran jugando sus habichuelas en su actividad sindical.  Son organizaciones que han entrado en asuntos poco éticos como el enjuague de ganar dinero con los fondos europeos para la formación. En resumen, organizaciones lejanas ya del espíritu del sindicalismo de base, de acción directa, edificado sobre bases de democracia participativa y asamblearia y dotada de un espíritu cooperativo y combativo. El movimiento sindical es de una importancia crítica en una sociedad democrática para permitir que se  atocine de este modo. Y llega ahora la guinda; la desfachatez de acordar con el gobierno la rebaja de derechos sociales de jubilación. No tengo otro nombre para eso que “complicidad”. Y además pretenden tomarnos el pelo repitiendo el discurso de la insostenibilidad del sistema de pensiones que es demagógico, falso y al servicio de los culpables de la situación actual (en otro artículo hablaremos de ello) y pretenden hacernos creer que han salvado la situación. Es como si nos dijeran: “te iban a dar dos ostias y yo, pragmático, posibilista y razonable, he conseguido que te den sólo ostia y media, lo que debes valorar y agradecer como un gran triunfo para tu jeta”. Pues gracias hermanos, pero no me queráis tanto que  me se saltan las lágrimas.

Kali tuxi

Kali tuxi

El pasado fin de semana mi hijo trajo a nuestra casa en el campo a unos amigos griegos que andan por aquí estudiando con una Erasmus y con algunos de los cuales  comparte piso. Lo de las becas Erasmus son algo que bien mirado resulta barato y puede que sea de los mayores logros tangibles de la UE para las futuras generaciones de europeos, pues todo lo demás ha sido más bien hasta ahora grandilocuencia y negocio para enriquecer más aun a los mismos. Estos chicos son buena gente, son listos y hasta guapos. Vienen de un país al que los mercaderes del dinero y unos políticos mediocres y sumisos han arrojado a una situación complicada, un país intervenido, con menos libertad y donde el futuro para ellos se presenta sombrío. Me dicen que ni siquiera aspiran a poder alcanzar un puesto de trabajo relacionado con aquellas disciplinas que están estudiando.  Pero la juventud es una fuerza desbordante que resiste todos los obstáculos, y son felices –algún día comprenderán que mucho más felices de lo que ahora piensan que son-, viven en un mundo de amistades, de entendimiento al que los idiomas no dificultan ni un ápice, de música, de enamoramientos, y de aprendizajes y estudios. Son seres humanos que están poniendo de su parte con alegría todo aquello que es necesario para alcanzar la dignidad de ser personas y la decencia de ser ciudadanos. Y son además, por su esfuerzo y con todas las de la ley, europeos y ciudadanos del mundo. Es magnífico lo que podría llegar a construirse con estos chicos y tantos otros como ellos. Pero tienen veintitantos años en la Grecia arruinada por los avariciosos, en la Europa desconfiada de sí misma y en el mundo injusto, destrozado y hambriento. En un momento, mientras charlaban y reían, un frío desagradable me ha recorrido la espalda al pensar en el mundo que yo y la gente de mi edad les vamos a dejar para que vivan en él. ¿Cómo hemos sido tan tontos, tan inconscientes, tan cobardes? Isidoros, Anna, Natassa, Eva, lo siento mucho, de verdad. Os deseo lo mejor y que vuestra espléndida sonrisa siga brillando por encima de nuestras miserias. Buena suerte- Kali tuxi.

Indignación y carretera

Indignación y carretera

Nuestro país y el mundo necesita de la indignación de los ciudadanos. Nuestro país porque el sometimiento perruno de nuestra clase política a los dictados de los poderes económicos y financieros está atacando profundamente el bienestar y las libertades que han costado mucho esfuerzo conseguir. Y al mundo también le hace falta porque la rapiña que lo gobierna ahonda las desigualdades planetarias de manera feroz y consigue incluso que el ciudadano del mundo rico ni se acuerde de que eso es así. Quisiera dejar muy claro que cuando hablo de indignación no quiero decir de ningún modo violencia. Al contrario, la indignación que se muestra pacíficamente a través de manifestaciones, desobediencia, asociacionismo, etc,  puede precisamente evitar la aparición de la violencia que fácilmente puede asomar cuando la injusticia ha infligido un daño excesivo o irreparable. Esperemos que pueda ser esperanzador el hecho de que el actual best seller en Francia sea el libro de Stéphane Hessel  “Indgnaos”  en el que apela especialmente a la juventud a indignarse por un mundo “gobernado por poderes financieros que lo acaparan todo”. Es una idea relacionada directamente con el concepto de “dictadura de la indiferencia” de Josep Ramoneda que he citado algunas veces en estos artículos. Existe un ejemplo muy reciente que a pequeña escala muestra que la indignación es la base para conseguir reparar injusticias: En Albacete existe una carretera –la del Puente de Híjar- que estaba destrozada y en la que habían sucedido diversos accidentes con muerte. Una plataforma ciudadana de vecinos indignados protestó, se manifestó y amenazó con estar presente en todos los actos políticos de las próximas elecciones y , voilá, el señor presidente regional resuelve lo irresoluble en plisplás ante de que le toquen las narices en los mítines. Sin indignación y habiendo permanecidos callados, la carretera seguiría igual. Igual que con la carretera lo mismo podría hacerse con cuestiones de más alcance. No ser indiferentes, indignarnos y decirlo machaconamente, ese es el camino.

Un brillo salvaje

Un brillo salvaje

Se suele decir que una sociedad es tanto más perfecta cuanto más compleja es la trama organizativa y normativa que la sostiene. Se dice que es al fin y al cabo un camino que nos trae a la civilización y el orden desde la selva, el salvajismo y el caos. Y no es una idea carente de cierto grado de verdad, pero que encierra multitud de peligros y trampas. Perdemos el salvajismo y sus crueldades, pero también con él la espontaneidad y el carácter más estimulante de la vida como aventura convirtiéndonos a todos en animalillos asustados que no soportamos el más mínimo sobresalto. Y eso sin contar que la vida civilizada acarrea no pocas nuevas crueldades, no por más sofisticadas menos dolorosas como la exclusión intrínseca del dinero, o la pesada losa de una hiperinflación de normas, imposiciones y prohibiciones. Uno de los efectos más perversos de esta situación es el carácter funcionarial de la política que convierte a sus agentes en casta propietaria de sus empleos que defiende con uñas y dientes, tratando en primer lugar de alejar al resto de ciudadanos de la actividad política. Así,  el estado arma sus gobiernos en alto grado prescindibles dejando al margen a la gente una vez que ha votado y queda despojada de su legítimo poder. Y emplean su poder en primer lugar en convencer a la gente que son ellos los que deben ocuparse de los asuntos públicos. E intentan legitimarse por algo de tan de dudosa legitimación como es el voto en un sistema de dictaduras de las mayorías. En este sistema, con el voto de la cuarta parte de los ciudadanos, se obtiene licencia para magonearnos a placer a todos. De igual modo, sus primos los sindicalistas reclaman para sí la tarea de defendernos  frente a los abusos de ese poder del que no son más que parte subvencionada, llamándonos alborotadores a aquellos que desestimamos su ayuda. La acusación demagógica de “antisistema” en boca de un sindicalista en estos tiempos me sonó a elogio.  Habiendo llegado a donde hemos llegado, creo que es tiempo de denunciar al civilizado opresor doméstico, de pedirle cuentas, de empezar a desobeceder pacíficamente sí, pero con cierto brillo salvaje en la mirada. O seguir siendo ganado en el confort de los establos. 

La calidad del día

La calidad del día

El visionario escritor, filósofo y naturalista norteamericano del S XIX Henry Thoreau dejó escrito: “No sé de nada más estimulante que la incuestionable capacidad del hombre para elevar su vida por medio del esfuerzo consciente. Es algo ciertamente pintar un cuadro, esculpir una estatua, o en fin, hacer bellos objetos; sin embargo, es mucho más glorioso esculpir o pintar la atmósfera misma, el medio  a través del que miramos, lo cual es factible moralmente. Influir en la calidad del día, ésa es la más bella de las artes”. Estamos tan lejos de este ideal que realmente asusta. Enredados ciegamente en nuestros monotemáticos quehaceres los días nos vienen dados, prefabricados y nos conformamos con el estrecho margen de acción que nos dejan; la falta de libertad ha penetrado nuestros corazones. Hoy más que nunca en nuestras opulentas sociedades cambiamos seguridad por libertad. Esto trae como consecuencia la supervaloración de esa seguridad tan cara y consecuentemente el miedo mina nuestra existencia. Los poderes que se lucran de nuestra esclavitud saben manejar sutilmente estos mecanismos y potencian ese miedo hasta convertirnos en ratones aterrorizados en un rincón de la casa.  Todo nos empuja al miedo, el pánico a perder el empleo, el miedo a la infinita lista de castigos posibles  como sujetos pasivos del estado, miedo al integrismo violento (do otros, no del nuestro), miedo a la pesada condena de ser excluidos de la sociedad de los “normales”, miedo a no ser lo suficientemente competitivos para alcanzar a comprar toda la basura que acabamos por desear por la fuerza del mercado.  Y así, nuestros días son una caminata en la cuerda de presos en la que aspiramos a picar sin más problemas la piedra que nos toca para que nos den nuestra celda y nuestra comida. En la actual situación de decadencia de nuestra civilización quizás sólo cabe albergar la esperanza de que muchos despierten y alcancen a comprender que “influir en la calidad del día es la más bella de las artes”. No en vano fue también Thoreau quien escribió el manifiesto llamado Del deber de la desobediencia civil que amó y utilizó Ghandi más tarde. Esperemos que así sea, porque la alternativa es el caos.