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El Puente. León Molina

2007

La sorpresa de Castell

La sorpresa de Castell Sorpresa. Pérez Castell se marcha. La mayoría de los ciudadanos no sabemos ni llegaremos a saber cuáles son las causas de esta decisión, aunque muchos desde luego lanzarán su explicación más o menos alambicada. Yo reconozco que no tengo un conocimiento de los intríngulis de las movidas de partido y personas suficiente para poder conocer y ni siquiera elaborar o medio inventar una explicación, como hacen tantas personas con las que me encuentro últimamente. Sencillamente, no tengo ni idea de porqué se marcha Pérez Castell. Lo que sí sé es que no me gusta. Creo que no está bien y que se rompe un pacto con sus votantes. Es cierto que si nos atenemos a la norma, no se puede reprochar nada porque en las elecciones locales no votamos por personas, por alcaldes, sino por partidos, de modo que son los partidos los dueños de los votos que ponen y quitan alcaldes en nuestro nombre supuestamente. De modo que si Pérez Castell y el PSOE deciden que él será el alcalde o si deciden que deja de serlo, todos nosotros a mirar y a callar. Pero si esa es la letra de las normas, no es menos cierto que no es el espíritu que debe guiarlas ni mucho menos el contenido de la propaganda electoral en la que se nos vende, sobre todo, las bondades de una persona que se postula como futuro alcalde. Los ciudadanos que votaron en las últimas elecciones por el PSOE, lo hicieron porque no pueden hacer otra cosa, pero lo que en realidad estaban votando era Pérez Castell alcalde. Y se le puede dar todas las vueltas que se quiera, pero al marcharse, el todavía alcalde defrauda a todas esas personas que quisieron que fuera él el alcalde de la ciudad, fraude que se afea con la sospecha de la mayoría de que es una respuesta al supuesto desaire de los votantes al otorgarle una victoria por los pelos, en lo que se suponía iba a ser un paseo triunfal. Si así fuera, la soberbia se duplica desde esa conciencia de ganar de calle, con la respuesta de como no me queréis bastante, pues me voy. Pero ya digo que yo no conozco las causas de esta decisión, por lo que quizás me hayan contaminado los malpensados. La consecuencia es que ahora gobernará la ciudad alguien que nadie pensaba que podría hacerlo y de la que no conocemos ni sus ideas, ni su proyecto.  Pérez Castell ha sido un alcalde muy constructor y eso, entre otras cosas desde luego, hará que sea recordado como un buen alcalde. Pero yo lamento esta salida que él como profesor de ética que es deberá evaluar en su intimidad. Le deseo suerte a Castell y Carmen Oliver. Y a todos nosotros un futuro con listas abiertas y exigencia legal de cumplir mandatos.

Forofos

Forofos En uno de los sabrosos ensayos de Michel de Montaigne, concretamente en el que dedica a Catón, comienza echándose estas flores: “No tengo yo ese defecto tan común de juzgar a los demás según yo soy. Creo fácilmente cosas distintas de las mías. Por sentirme comprometido con una forma, no obligo a ella al resto del mundo, como hacen todos; y creo y concibo mil modos de vida opuestos; y, al contrario de lo usual, acepto más fácilmente la diferencia que el parecido entre nosotros”. Esta actitud y comportamiento que –no tenemos porqué desconfiar-, tenía Montaigne,  son al parecer unos bienes tan poco usuales hoy como le eran en la Europa del Renacimiento según él mismo nos indica. La línea de nuestros afectos y adhesiones viene a coincidir en alto grado con la línea de lo que es parecido a nosotros o a nuestras ideas. Las costumbres y las ideas que se separan de las nuestras son menospreciadas cuando no directamente combatidas. De modo que vivimos en una especie de red de clubes de iguales. La raza, el partido político, la religión, son algunos de esos clubes. Y de ahí hacia abajo poblamos nuestra vida con muchos más; los hábitos sexuales, los tipos de trabajo y hasta minucias estúpidas como el estilo en el  vestir, o el club de fútbol de que se es seguidor. La mayoría de nosotros afirmaría sin empacho que nada de eso tiene importancia y que está libre de los prejuicios que conlleva. Y sin embargo vivimos rodeados de intolerancia de los unos hacia los otros por las más variadas tonterías que dibujan el perfil de esos clubes a los que pertenecemos. Este proceder se convierte en un círculo vicioso por el cual no sólo no considero abiertamente lo que proviene del otro que es diferente de mí, sino que precisamente por eso, la capacidad de aprender cosas nuevas, de concebir pensamientos distintos a los habituales, se ve muy mermada y somos seres humanos más pobres y con menos cosas que intercambiar con los demás que si estuviéramos dispuestos a caminar de vez en cuando varias millas con los mocasines del otro, según el viejo proverbio sioux. Mi amigo Ángel habla con frecuencia de “aceptación”, término e idea quizás muy loable, pero que a mí cuesta mucho aceptar, valga la expresión. No hablo aquí de ese sentimiento de corte religioso o casi religioso, sino de un sentimiento laico y racional de “apertura” de disposición a entender lo diferente y, sólo entonces, aceptar o rechazar. Porque la rebeldía también puede ser fraternal. Pero la negación irreflexiva del otro, sólo puede ser estúpida. Y nos convierte en bárbaros forofos de nuestras tonterías.

Cultura gitana

Cultura gitana Si hay una parte de la cultura del pueblo español olvidada e ignorada, ésa es sin duda la llamada cultura gitana. Es como si no existiera. En estos tiempos de auténtico afán en la recuperación de la historia y las culturas tradicionales, el acervo cultural gitano queda completamente al margen, excepción hecha claro está de la música flamenca, que dicho sea de paso es un gran negocio para este país. Y no puede entenderse este fenómeno sino a la luz de la pervivencia  en nuestros días de un racismo por lo general negado, pero que actúa permanentemente en la sombra. En ocasiones, gente bienintencionada argumenta que en la cultura gitana existen muchas creencias y comportamientos que son inasumibles en una sociedad democrática que defiende la igualdad de derechos entre sexos, por ejemplo, o la preeminencia de la ley sobre la justicia tomado por propia mano. Esto es cierto. Pero no habrá modo de conseguir que los gitanos modifiquen parte de su cultura si la actitud hacia ellos es la del rechazo, y mucho menos si los negamos a ellos y a su historia. Por todo el país surgen pequeños grupos de gitanos jóvenes que luchan por la integración de su gente trabajando en el esfuerzo por conseguir mayor escolarización, por la promoción e independencia de la mujer gitana entre los suyos y en la sociedad en general, por conservar la memoria histórica de su pueblo. Su trabajo se desarrolla en medio del silencio y la soledad. Los apoyos que reciben suelen venir de gente particular comprometida y voluntariosa. De todo el resto lo mejor que reciben es desdén y desconfianza. En todas las culturas, y singularmente en la española, existen zonas negras y costumbres vergonzantes. Muchas de ellas han sido o están siendo superadas. Con algunas de las de los gitanos esto sucede con mucha más lentitud, cosa fácil de comprender si tenemos en cuenta que han vivido durante siglos y casi hasta hoy mismo fuera de esa sociedad. La historia en este sentido está aun viva. Yo he tenido ocasión de conocer personalmente a gitanos honrados y trabajadores, gente de bien, que sufrieron palizas y vejaciones de gente armada del estado por delitos tales como acampar al raso mientras trasladaban ganado, o por cortejar a una paya. No va a ser desde luego con la ignorancia y la negación con lo que se conseguirá la integración del pueblo gitano en la sociedad. Están ahí. Son españoles como usted y como yo. Son parte de nuestra historia, en la que podemos encontrar muchos más elementos vergonzosos que en la existencia del pueblo gitano entre nosotros.

Evo y Chaves

Evo y Chaves Muchos esperábamos a que Evo Morales diera la cara respecto a sus ideas y comportamiento político en virtud del voto de confianza que cualquier mandatario democráticamente elegido debe tener. Pues ya la ha dado. Al final de la pasada semana, se encerró en un cuartel con  la puerta cerrada a la oposición y aprobó el proyecto de nueva constitución del país. Sin oposición y en un cuartel. Muy democrático todo copiando el modo de actuar de su vecino Chaves y muy probablemente instruídos en este sentido por Fidel Castro, el cual se tiraba de los pelos cuando la revolución triunfante en Nicaragua convocó elecciones libres. Fidel llegó a llamar “tonto” a Daniel Ortega, diciéndole que una elecciones libres es dar innecesarias ventajas al enemigo, pues él considera enemigo mortal a cualquier oponente (y de hecho se ha cargado a unos cuantos). Vaya tres pies para un banco. Evo a la chita callando va siguiendo los pasos de Chaves. Y Chaves sueña con ser el nuevo Fidel de América. El hilo se rompe ya en su principio porque Fidel Castro es una persona culta, extremadamente inteligente y sin escrúpulos. Y de estas cualidades Chaves sólo comparte la última. Chaves es inculto y ceporro y tiene los días contados (es mi vaticinio particular). Fidel ya ha dejado tras de sí dos generaciones de cubanos hambrientos y que no conocen ni el más mínimo ni elemental ejercicio de la libertad. El daño que pueden hacer Chaves y Evo también puede ser muy grande. Los tres han llegado al poder apoyados por sus pueblos respectivos que estaban hartos de políticas corruptas, de supuestos demócratas que no eran más que chorizos defensores del estatu quo de la más sangrante injusticia social o directamente tiranuelos ladrones, como fue el caso de Batista en Cuba. Una parte de la izquierda ha dado y sigue dando bula a Chaves y Evo porque les resulta muy divertido que pongan verde al imperialismo de los USA y porque suponen en ellos actitudes revolucionarias que vendrán a subvertir las tremendas injusticias de sus países. Ante esto sólo cabe decir que ambos dirigentes no son demócratas y ni siquiera son de izquierdas y que sus proyectos político-económicos, de llevarse a cabo, no traerán a sus pueblos más que desorden, penurias y retroceso en la ya muy lastimadas libertadas con que contaban. No se puede ser consecuentemente de izquierdas más que con un respeto radical a la democracia y con un claro sentido libertario. Cosas que, desde sus primeras decisiones, Evo y Chaves demuestran que no les interesan en absoluto.

Hacer el tonto

Hacer el tonto La expresividad de los españoles es proverbial. El otro día escuché a un chico que decía por teléfono móvil: “¿Que qué hice en Valencia, pues el tonto, eso hice, pero nada muy bien, fue todo estupendo, y muy interesante, tío”. Qué idioma tan sabroso y qué mentalidades tan frescas. Eso no lo hubiera dicho nunca un alemán. Si hizo el tonto, hizo el tonto y no pudo estar bien ni mucho menos interesante. Los españoles sí podemos hacer el tonto y entretenernos mucho. Todos recordamos aquel éxito musical de Los Ronaldos cuya letra decía machaconamente “hacer el tonto está muy bien”. Supongo que además del pop facilón y la voz nasal de niño pequeño de Coque Malla, uno de los grandes atractivos de esa canción estaba en esa frase, con la que los españoles en el fondo, en mayor o menor medida nos identificamos. Porque un húngaro o un bielorruso, por poner dos ejemplos, haciendo el tonto,  es un espectáculo con poco fuste y menos gracia. En España hacer el tonto es un arte que dominamos desde pequeñitos y que practicamos durante toda nuestra vida. Hacer el tonto, perder el tiempo, hacer el ganso sin más intención que reir y hacer reir es una de las habilidades nacionales en las que, a mi parecer, se repara poco. En España la gente en exceso seria y sesuda que se descoloca cuando los demás hacen el tonto, reciben el torrente caudaloso de nuestro talento verbal: “estirado, más serio que un ajo, más serio que una estaca,  aguafiestas, caracelga, amargado”, o la preciosa expresión “chafanidos”. Y si nos ponemos manchegotes, “secuzo” y “samugaco”. Pero todo ello para llegar siempre a la precisa y fatal “caramierda”. Y digo fatal, porque si algún desgraciado se gana el apelativo de caramierda está perdido. Llevará sobre sí un estigma que le pondrá la vida muy difícil en este país de artistas de hacer el tonto y de agitar con maestría el látigo del lenguaje y de las coñas y retrancas.   De hecho, hacer el tonto es el modo más eficiente de cortejo entre machos y hembras celtibéricos. En España el samugo liga poco, por más que su personalidad esté adornada con toda clase de cualidades. Si no las haces reír, machote, lo llevas claro. Cuento más dicharero y gansista, más papeletas para alejarse de las tristes noches solitarias. Pero con todo, es un arte difícil, porque el que se pasa cae en una nueva categoría maldita, la de “payaso”, con la “a” inicial muy larga, que ya es grave, pero si su nivel de payasería es especialmente alto, pasa a ser un “capullo”. Y ser un capullo en España es más duro que ser el malo en una película del Oeste.

Mi nombre es rojo

Mi nombre es rojo

Termino de leer Mi Nombre es Rojo de Mercedes Díaz Villarías y he sido arrastrado por una energía cadenciosa y  he sido abandonado en el placer de lo extraño y de lo auténtico. ¿Dónde pusite, Mercedes, las instrucciones para bajar de nuevo al mundo?.Me ha azotado un viento que me arranca las hojas volando con gracia, ahora que yo era un árbol a punto de ducharse y salir a tomar unas copas si es que quedan amigos. Y las hojas que caen tienen memoria. Mira: La voz ajada de Billie Holiday  poniendo los muslos de su voz en mi cuello. El aliento inacabable de Walt Whitman y su verso corto de ciclo largo. Los hallazgos de Aleixandre, sus gemas puras fraguadas en el carbón de la incosciencia. Y la larga fila de palabras de Altazor cayendo en sus paracaídas sobre el mundo.  Un aroma de experiencias auténticas vividas en tiempos de la más venerable locura me embargan. Leo de nuevo. ¿He oído la trompeta de Chet Baker?. Un encuentro imposible de Lou Reed y Jaco Pastorius para hacer sonar la depravada perfección de la belleza en un tugurio que yo compraré algún día y lo pondré en la playa cuando me retire. Mi Nombre es Rojo es música. Mi entendimiento pidió rápidamente un güisqui. Esta noche los músicos estaban tocando de verdad. Los neones, las hamburgueserías, las noticias incomprensibles de los diarios,  la mala  vida en los hoteles, los aviones, el extenso pequeño mundo, les mordían sus oídos ancestrales. Y  sonaba la música nueva con la belleza antigua, inalterable, de la tristeza.

Noche memorable en el club Mi Nombre es Rojo. Algún día encontraré uno de esos discos raros y perdidos con la grabación de aquella noche hecha en un cassette bajo la mesa y sólo con tocarlo recordaré toda la música mientras recuerdo también que yo estuve allí. Pero eso no importa ahora. Esta noche mi corazón es rojo. Sí.Miradme, estoy plena sobre aguas turbulentas. Si. esta noche mi nombre es rojo: El cuerpo estoy desecando escurriendo el corazón ente costillas de lienzos aún blancos, instanténeas digitales, minidiscos/ pantis y papeles./ No me interesa no me interesa/ aquí nunca nada (lejos de viajes a lo lago de túneles) sucede, alguien sube el volumen de un tema atroz al lado. Si ocurre algo procuro olvidarlo./ Voy a olvidarte porque vas a hacerme daño./ Permanezco aquí en el cuarto como víbora negándose a mudar la piel, entre sí todas las cosas desordenadas. Padre, quiero más vida y una fuente inagotable de energíalimpia e inagotable. Yo estuve allí. De la tristeza de los músicos, surgió una fuente inagotable de energía

Agua y alarma

Agua y alarma Podría enternecernos hasta el llanto el cuidado que de un tiempo a esta parte ponen los políticos en no alarmarnos. Podríamos, si pensáramos que su interés se centra exclusivamente en velar por nuestra tranquilidad y cuidar nuestros nervios. Evitar la alarma es el tapón de moda para no hablar o impedir hablar de aquello que no se desea.  He ahí el caso de Rajoy, el heraldo de todos los desastres, que sobre el cambio climático considera que no nos debe alarmar, según le ha dicho su primo. ¿No será simplemente que relaciona medio ambiente con votos de izquierda?. En nuestro ámbito hemos vivido recientemente otro ataque de protección por un cargo político. En esta ocasión del PSOE. En las mesas sectoriales del Grupo de Acción Local de la Sierra del Segura, la Plataforma en Defensa de las Fuentes de esta comarca pidió la adhesión de esta organización a un documento de protesta por los pozos de sequía que sacan agua subterránea para verterla a los ríos que van a dar a la mar de urbanizaciones del litoral por obra y gracia de la Confederación Hidrográfica del Segura. Todos los participantes en las mesas –algún primer edil incluido- votaron a favor, salvo dos. Una de ellas la alcaldesa de Elche de la Sierra, aduciendo que en su término no se iban a hacer pozos y que por tanto no se debía crear alarma social. Supongo la buena fe de Mª Carmen Ruiz, pero llega tarde. Muchos ya estamos alarmados mientras se escucha el zumbido del agua saliendo en los pozos de Hellín en acuíferos interconectados con la sierra, bajan los niveles freáticos y las fuentes que dan vida se secan. Dándose el caso de que la alcaldesa se ha manifestado contraria a esos pozos, se entiende menos la no adhesión. La idea también aducida de haber intereses políticos detrás (otra idea tapón) conduciría al callejón sin salida de que sólo se puede practicar la participación ciudadana con un carnet político en el bolsillo. Muchos no lo tenemos ni nos preocupamos de si lo tienen aquellos a quienes nos unimos coyunturalmente para trabajar juntos por un fin que consideramos necesario. Como nos hubiera complacido que hiciera la alcaldesa de Elche de la Sierra. De modo que alármennos ustedes, por favor, o si quieren que nos quedemos tranquilos, vayan a cerrar el grifo. Aunque quede unos metros más allá de la raya del término. Hemos llegado a la paradoja de que algunos colectivos murcianos (beneficiarios del agua) se han adherido al manifiesto y una alcaldesa de la sierra no. Hecho que señalo, dicho sea de paso, con ánimo constructivo y sin la más mínima intención de alarmar a nadie.

Error político

Error político Resultan muy chocantes las declaraciones de Mariano Rajoy relativizando el problema del calentamiento global de La Tierra. Y si no hay discurso político sin segundas intenciones, ¿cuáles son las de la Rajoy?. Dice Rajoy que existe un excesivo alarmismo sobre el tema. Pudiera ser, en estos tiempo de sobreabundancia mediática que generan histeria en las opiniones. ¿Pero cabe pensarse que en el ánimo de Rajoy está el tranquilizarnos, cuando su actuación se ha caracterizado por actitudes incendiarias que de habernos convencido nos situarían ante la desesperación de una España rota y en ruinas?. No parece que vaya por ahí la cosa. Entonces, ¿qué puede haber detrás de esas manifestaciones?. A mi juicio lo que hay es un intento de posicionamiento en este tema que está calando a gran velocidad en el sentir de las mayorías y que, por tanto, tendrá su reflejo en las posiciones electorales. El calentamiento global y todo el resto de problemas medioambientales, han sido tradicionalmente territorio ideológico y reivindicativo de las izquierdas, con lo que esta extensión de la preocupación por el futuro del planeta entre la gente rema a favor de esos intereses políticos. De  modo que la derecha tiene que abordar el tema y, en el caso de Rajoy, creo que con torpeza política, busca un posicionamiento del tipo “estos son unos exagerados y apocalípticos, y nosotros que tenemos los pies en la tierra, ofrecemos la visión sensata del asunto, que es que no hay tal Apocalipsis”.  Y digo que es una torpeza política porque con ello no cosechará más adhesiones que los incondicionales del oráculo porque la preocupación medioambiental es a mi juicio una corriente imparable. Al mismo tiempo casi  que las declaraciones de Rajoy se ha producido en Europa un ejemplo diametralmente contrario. En Francia, el presidente de derechas ha hecho suyo el problema siendo pionero en el lanzamiento de un gran plan de protección medioambiental (habrá que ver desde luego la coherencia de sus planteamientos y los resultados que se obtendrán), arrebatando un terreno ideológico a la izquierda hasta el punto de hacer tambalear al propio partido de los verdes. Parece una postura con mucha más inteligencia política. Y desde luego, de paso,  mejor para el futuro de nuestro planeta. Porque, no lo había dicho todavía, pero el calentamiento global es un hecho indiscutido por los científicos que tan solo discrepan en matices y plazos. ¿Se imaginan ustedes a Rajoy abrazado a Al Gore    en la presentación de su plan de medidas de protección ambiental?. A mí me cuesta.

Encuentros con Ciberdios

Encuentros con Ciberdios Hace unos días llamé al teléfono de atención al cliente de mi compañía de acceso a internet para dar parte de una avería con Internet. Después de entenderme a duras penas con la máquina parlante que me contestó conseguí que apareciera al otro lado del cable un ser humano. Me las prometía muy felices – este es mi territorio, pensé, con los seres humanos sí me hago entender -. La persona que me atendió tenía un marcado acento latinoamericano que me dificultaba un tanto la comprensión, pero bueno, con buena voluntad pude ir comprendiendo lo que me pedía, que no era otra cosa que los mismos datos que ya le había dado a la maquinita imbécil. Así se lo dije pero por lo visto hay algo que se llama “sistema” que es omnipotente, marca las reglas del proceder y además es omnisciente, una vez que se le ha dicho todo lo que tiene que saber, (¿no te jode?). O sea, tienen a Ciberdios metido en los circuitos. De modo que repetí toda la información, que se ve que la primera vez no le vale. Pero con el DNI de mi señora pinché. Yo no me sé de memoria ni la fecha en que me casé (joer, vaya ejemplos que pongo). Ciberdios decía que tararí. De nada sirvieron mis ruegos y explicaciones. Volví a intentarlo. Repetí todos los pasos, llegué triunfante de nuevo hasta un súbdito de Ciberdios latinoamericano (¿tienen la central en Sudamérica?) que me interrogó despiadadamente con las más curiosas e intrincadas preguntas hasta conseguir hacerme sentir un completo estúpido y dudar si hablaba con un sudamericano o con un chino.  Después de la tortura me dijo con su antigua cortesía americana que no tenía ni puta idea de lo que sucedía  y que pasaba nota al servicio técnico (el cual está sentado a la derecha de Ciberdios). Como no daban señales de vida, con temor llamé de nuevo para ver qué pasaba. Repetí todas las operaciones; interrogatorio de Ciberdios y repetición a ser humano. Pero esta vez se superaron. El ser humano en cuestión tenía acento boliviano, pero de tierra adentro, del mismo Bolivia, vamos. Pero es que el muy jodío era tartamudo. La conversación fue para haberla grabado. Dije como veinte veces “discúlpeme, pero no le entiendo” con lo cual me sentía ya bastante incómodo, más por él que por mí. En fin, que lo de la integración e igualdad de oportunidades está muy bien, pero un tartamudo para un servicio de atención telefónica no sé yo... Pero con grandes esfuerzos llegamos al final, que fue la promesa de informar al servicio técnico. Cuyo advenimiento sigo esperando mientras maldigo alegremente a Ciberdios y a todos sus lunáticos creyentes. 

Los premios literarios

Los premios literarios Hace unos días Juan José Millás recibió el premio Planeta de novela. A mí personalmente el hecho me dio cierto pena, cierta desilusión. Pude que Millás sea uno de los mejores articulistas que oficia hoy en día en los diarios nacionales. Presentarse al Planeta y, sobre todo ganarlo, es prestarse al enjuague que este premio supone. Antes incluso de la supuesta deliberación del supuesto jurado, ya se conocía el nombre del ganador. En realidad no se lo reprocho a él  porque vivir en este país de la escritura no empeño fácil y hay que comer. Cualquier payasete de la tele tiene más trabajo y gana más que un escritor que ha perfilado su oficio durante años a base de esfuerzo, estudio y tenacidad. El reproche se dirige sobre todo sobre todo a  la editorial y su capo. El mundo de los premios literarios es así. Cuando no hay operaciones comerciales detrás, hay búsqueda de influencias, contactos y figureo de las personas que organizan esos premios. Y cuando este montaje se lleva a cabo por empresas privadas no es que guste, pero allá ellos y allá los escritores que entran al juego como reses al matadero. Pero cuando los premios se subvencionan con dinero público y funcionan del mismo modo gracias a la manga ancha que la institución en cuestión da al organizador, entonces el tema es más grave. Es un fraude con el dinero de todos que las instituciones deberían perseguir y vigilar con lupa. En Albacete sin ir más lejos, existe un premio de estos. En una de sus ediciones, un conocido con el coincidí ramoneando en la librería me preguntó qué me parecía  el resultado de ese premio. Yo me sorprendí porque el premio no había sido concedido aun y porque ni siquiera el jurado se había reunido todavía. El conocido me mostró su sonrisa que decía “eres un infeliz, no te enteras de lo que se cuece”. Cosa que es verdad, porque ni me entero ni me interesa enterarme.  Con un grave gesto de magnanimidad por ponerme al día, mi interlocutor me dijo: “el premio este año va a ser para fulanita, me lo ha dicho personalmente menganito que es un bocón y cuando se bebe dos güisquis se le afloja la lengua”. Y el caso es que fue cierto. Ganó fulanita. La institución patrocinadora no va a ser la que se meta a vigilar este tema. La pasta se pone para conseguir la foto del día de la entrega de premios, no para la difusión de literatura, ni para promover talentos desconocidos ni nada parecido. La obra premiada, como cabía esperar, era una bazofia con la que la fulanita mediática se sacó unos euros. Euros que anteriormente estuvieron en los bolsillos de todos nosotros. Y así va el tema.

Un mundo sanmarinado

Un mundo sanmarinado Hace unos días estuve en Rimini por razones de trabajo. En un rato libre, me acerqué con los compañeros a la cercana San Marino, la hermosa y más antigua república del mundo Al regresar en el avión adormecido entre las nubes y las ciudades costeras que como juguetes se divisaban debajo comencé a imaginar un Albacete sanmarinense o incluso una  España de sanmarinos. El primer problema es el tamaño. La ciudad de Albacete tiene un término veinte veces mayor y seis veces la población de San Marino y la provincia ya ni cuento, con una extensión que podría contener doscientas treinta y tres veces a la serenísima república. Quizás esto es demasiado para constituir una pequeña, pacífica y olvidada república. En San Marino gobierna desde hace veinte años una coalición de socialistas y democristianos. Otro problema. ¿Se imaginan a PSOE y PP gobernando juntos en Albacete?. Además no hay un jefe de estado sino dos, los capitanes regentes que los nombra el Consejo General para un cargo de iguales competencias y que dura seis meses. Castell y Bayod alcaldes por igual y a los seis meses fuera, y otros. El Ejército de Voluntarios es testimonial y más folklórico que otra cosa. Usan el euro. ¿Resistiríamos la tentación de crear el duro o el real manchego?. En ninguna de sus entradas fronterizas hay garitas ni vigilancia, sólo letreros que dan la bienvenida. ¿Podríamos aguantarnos sin poner un guardia en su garita pidiendo papeles?. ¿Que no cabe un aeropuerto?, pues nos lo deja Rimini. ¿Que Rimini no tiene donde hacer un rally?, pues se lo dejamos nosotros. En fin un estado lo suficientemente pequeño para estar obligado a entenderse con los vecinos. En Albacete, según las dimensiones de San Marino, cabrían unas catorce repúblicas del to serenismas y en España unas mil cuatrocientas. Por ahí quizás podría replantear mis fobias nacionalistas. Mil cuatrocientas repúblicas con fronteras inexistentes entre ellas y las otras catorce mil del resto de Europa, con gobernantes del barrio que no soban mucho el asiento, con cuatro militares con mucho penacho para las fiestas, con una economía unificada con todas las del entorno, estados en fin que no dan disgustos a nadie ni se ponen moñas con sus hechos diferenciales porque todos son diferentes. De modo que, considerando lo dicho,  me concedo a mí mismo la ciudadanía de la Serenísima República de Nerpio Taibilla, me expido el DNI unificado de la Confederación de Repúblicas Europeas y les invito a todos ustedes a conocer mi pequeño país perdido en la paz de las  montañas.

Los tigres

Los tigres La campaña  contra la instalación en Albacete de la fábrica de helicópteros liderada por IU y otros colectivos, ha sido un completo fracaso. La mayoría de la población de la ciudad no ha hecho caso. Los helicópteros militares que salgan de la factoría albaceteña, son modernas armas de guerra y con toda probabilidad tarde o temprano serán usadas para su fin propio y producirán por tanto muerte y desolación. Por este motivo es un noble sentimiento rechazar su producción y eliminar posibilidades de que esto ocurra y además, de que ocurra precisamente con máquinas que han sido fabricadas en nuestra ciudad y que de un modo u otro nos habrán enriquecido a los albaceteños. Esto se comprende fácilmente, pero si aplicáramos esa misma lógica, los promotores de la campaña deberían pedir que se desmantele la Base Aérea de Los Llanos y su importante potencia mortífera. Curiosamente no lo hacen. Otros dicen que lo importante es la batalla por el control de la venta de ese armamento más que por su producción en sí y que  el mundo es hoy una inmensa fábrica de armas de todo tipo y ese negocio es de los más lucrativos que existen para empresas privadas y gobiernos. Lo de Albacete es un grano de arena en el desierto.  Por otra parte, ante la hipótesis de que fuéramos agredidos y esas y otros armas nos defendieran o incluso salvaran nuestras vida, la respuesta creo que sería mayoritaria y muy pocos tendrían escrúpulos en que así fuera, aunque ello supusiera muerte y destrucción en los agresores.  En eso los albaceteños no nos diferenciamos del resto de la humanidad.  De modo que por razones como esta, además de otras de puro egoísmo económico, se comprende que la campaña contra la factoría no haya tenido prácticamente ningún eco. Y eso que los promotores de la campaña hablan poco de estas cosas y se centran en los tremendos ruidos para nuestros delicados oídos, cosa que parece debería haber tenido más gancho. Podemos al fin enfrentar la cuestión recordando las palabras de Einstein: “ La realización de un cambio tan absoluto en la vida de los pueblos (eliminar los ejércitos y por tanto la guerra) exigirá un esfuerzo moral enorme... Y no puede hacerse por pasos. Es un camino de todo o nada. Nuestro destino será el que nos merezcamos”. Si llevara razón el físico, los albaceteños ya habríamos demostrado entonces que optamos por el nada. Ahí está el meollo de la cuestión y no el ruido que hagan los helicópteros como sorprendentemente proclaman los promotores de la campaña confundiendo un tema moral con un asunto de salud.

Nacionalismo plasta

Nacionalismo plasta Desde que los románticos con sus desatadas emociones abrieran la llave de las pasiones nacionalistas, el mapa de Europa y del mundo ha cambiado sin cesar, se ha derramado mucha sangre y sobre todo la humanidad ha perdido montañas de tiempo y energía en temas bastante idiotas como la patria y esas cosas. El nacionalismo es una gran memez, cuando no una perversidad malintencionada por cuenta de quienes pretenden beneficiarse de él. De modo que en la continua algarada nacionalista no veo más que memos o aprovechados. ¿Por qué luchan los nacionalistas vascos o catalanes?. Por una patria, por una bandera, por un equipo de fútbol propio. Luchan por lo pequeño, por la exclusión, por la exaltación perversa de las diferencias. Piensan que sus riquezas las han obtenido solos, sin ayuda de nadie y menos con la ayuda del resto de españoles. Todos sus derechos civiles, incluidos los que los diferencian, como la lengua, les son exquisitamente respetados por el estado. Pero eso no les parece suficiente. Tanta tontería y prepotencia hace que algunos ciudadanos hagan también el tonto poniéndose a su altura y creen un partido para combatirlos. Es el caso de Unión Progreso y Democracia, el partido liderado por Rosa Díez y Fernando Savater. Leo las crónicas de sus actos fundacionales y al parecer todo el bagaje programático del partido se resume en dar caña para recortar el poder y atribuciones que los nacionalismos han ido arañando a lo largo de los años a los distintos gobiernos españoles. Y no es que me resulte antipática la idea después de tanta chulería y rapacidad nacionalista, lo que no entiendo es un partido que tenga ese único fin, de igual modo que no he entendido nunca bien que exista un partido ecologista o un partido feminista, dado que el liderazgo político y el desarrollo de las normas de desarrollo de un país, son cosas mucho más amplias que empeños tan cortos, por muy loables que puedan ser. De modo que tenemos a una persona brillante como Savater haciendo el tonto y probablemente también haciendo el pavo mientras le da cobijo a una mujer que se ha quedado sin partido. Son las cosas del nacionalismo. Son tontos y si no nos andamos con tiento nos vuelven tontos a todos. Son atorrantes y están siempre en medio. Nos roban el espacio y el tiempo para dedicarnos a aquellos temas a los que de verdad deberíamos dedicarnos y que no son otros que aquellos que tienen que ver con la pregunta de qué haremos para vivir mejor, para que todos, incluidos los plastas de los nacionalistas, puedan vivir mejor.

La función pública

La función pública Sarkozy ha entrado en la presidencia francesa con el turbo puesto. Habrá que estar atentos para ver los resultados que arroja esa prometida tromba de actividad y cambios. Una de las “movidas” que más recientemente ha anunciado el zar ha causado sorpresa y promete traer mucha cola y culebrones varios. Sarkozy ha propuesto lo que él denomina una “revolución cultural” en la administración pública tendente según dice a modernizar y aligerar la función pública en un país en el que la administración tienen dimensiones colosales. Cinco minutos después el dirigente sindicalista Jean Marc Canon ya ha dicho que esto es “una declaración de guerra”. O lo que es lo mismo, anuncia que no va a querer ni hablar del tema, ni escuchar propuestas ni negociar. Se anuncia un largo y duro camino que pondrá a prueba al presidente frente más de cinco millones de funcionarios y sus familias, o sea media Francia, que se comen el 44% del presupuesto.  Y todo esto nos lleva a pensar en nuestro país. ¿Quién no considera en España que la función pública es excesivamente grande y excesivamente ineficaz, aparte de sus sindicatos, claro?. Hemos desarrollado aquí una especia de conformismo chistoso sobre la cuestión, un fatalismo acrítico que hace desaparecer el problema de entre aquellos asuntos que ocupan a gobiernos y ciudadanos. Pero el problema existe. Hay un exceso de funcionarios, hay duplicidades en las distintas administraciones, instituciones políticas (con su gran carga de funcionarios) obsoletas, existe intocabilidad de los funcionarios, una nula relación entre el desempeño y la remuneración y, por el contrario, nuevas formas de administración que deberían tener protagonismo y recursos como las mancomunidades de municipios que viven aplastadas por los recelos de diputaciones y consejerías que no solo no acaban de apoyarlas sino que en muchos casos son objeto de maniobras para vaciarlas de contenido. La labor de los sindicatos en este sentido es deplorable; defienden a capa y espada a cualquier sinvergüenza que nos chulea a todos, están siempre por labor de engordar los catálogos de puestos, se niegan en redondo a establecer relaciones entre rendimiento y remuneración y a permitir la relación libre de instituciones con profesionales a través de contratos privados. No creo que esa deba ser la actitud de sindicatos que se proclaman progresistas. La sangría de recursos para el país es enorme. Pero seguimos haciendo chistes de funcionarios. Y muchos pensando que a Sarkozy “se le ha ido la pinza”.

Madeleine MacCann

Madeleine MacCann La historia de la niña desaparecida, Madeleine McCann, y de las actividades desarrolladas por sus padres han creado un auténtico boom mediático que me deja un poco perplejo. Porque quizás yo sea un tipo raro, pero sinceramente el asunto a mí me importa un bledo, más allá por supuesto del deseo de que la niña esté viva y de que aparezca. No sólo no me importa sino que incluso me molesta. Como soy un raro, cada vez que sale el tema en los medios, hago cuentas de los niños que mueren de hambre en el mundo sin que le importe mucho a nadie, o me acuerdo de los niños de la edad de Madeleine que son soldados, esclavos, mineros, peones por todo el mundo sin que ni siquiera lo sepamos. Cuando veo a esos padres pijos ingleses considero que pueden ser unos desdichados más por los azares malvados de la vida o que pueden ser unos asesinos como otros tantos que viven entre nosotros. Me da igual. En el primer supuesto les deseo lo mejor y el segundo lo peor. Pero deseo sobre todo no saber nada más de ellos, no incomodarme más soportando los titulares de todos los medios con este tema que hurta su espacio a otras noticias. El poder de atracción de este tema es fabuloso. Hace unos días estaba comiendo con un amplio grupo de personas junto a un televisor en el tiempo de las noticias del mediodía. Estaba allí al fondo metiendo ruido ignorado por todos. Hasta que comenzaron con la última peripecia del tema y se hizo un silencio absoluto. Todo el mundo siguió la información con comentarios variopintos y durante un rato las sospechas sobre los MacCann fueron el centro de la atención de todos. Y  como soy un raro, ya digo, me entretuve en contemplar la emoción que despierta el asunto y el consiguiente despliegue de los medios que al fin y al cabo son vendedores de audiencias. ¿Funciona aquí el mismo mecanismo por el cual tanta gente sigue los noviazgos del hijo gilipollas de la Pantoja o tantos otros asuntos magníficos de la prensa pestilente?. No lo sé, pero si no es el mismo, se le parece, porque cada vez más la información llamada de sucesos se parece más a la información llamada rosa. Es el espectáculo de lo  truculento. Son las novelas de estos tiempos para las gentes de estos tiempos. Duras, emocionantes, ligeras y fáciles de entender, sin el riesgo de usar la inteligencia, olvidables desde el mismo momento en que el locutor cambia de tema. Es perfecto; un best seller cada minuto. Si aparece Madeleine puede que le hayan jodido la vida. Si está muerta, sin duda le han jodido la muerte. Pero nos hemos entretenido mucho.

El Consejo Editorial

El Consejo Editorial La puesta en marcha del Consejo Editorial en la Diputación Provincial hace casi ocho años fue una idea muy positiva. Duró unos años y desapareció del mapa sin que se sepan las causas. El comienzo de esta legislatura es a mi modo de ver un buen momento para preguntarse si la Diputación prevé ponerlo en marcha de nuevo o no. La génesis y funcionamiento del Consejo Asesor del Servicio provincial de publicaciones fue algo que me tocó vivir de cerca. Al comienzo de la legislatura del año dos mil, fue elegida diputada de cultura Isabel Molina, la cual me comunicó su intención de poner en marcha el Consejo y me pidió hacerme cargo de la coordinación del mismo. Acepté con la única condición de que se respetara el criterio de los miembros del Consejo y que éste debía supeditarse únicamente a criterios de calidad. Esta condición fue aceptada y he de decir que fue también escrupulosamente respetada. El trabajo fue muy intenso y leímos una ingente cantidad de originales que fueron remitidos a la diputación para su publicación. Como resultado se editaron unas decenas de libros, de algunos de los cuales creo que podemos sentirnos orgullosos los albaceteños. También se reordenaron las colecciones y se creó un diseño gráfico editorial que otorgaba a los libros un soporte digno. El punto negro volvió a ser la distribución. Esto no se ha hecho bien en la Diputación desde los primeros tiempos del servicio de publicaciones. Con todo, el resultado fue sin duda positivo en tanto muchos autores pudieron ver sus libros editados en buenas condiciones. En especial, los creadores más jóvenes merecieron una atención preferente y no sólo se estudiaron con rigor y detenimiento los libros que mandaban, sino que se animó a muchos a que enviaran los suyos. Con el cambio de legislatura yo pedí dejar ese trabajo por falta de tiempo y la nueva diputada ofreció a Arturo Tendero hacerse cargo de la coordinación y afirmó que el nuevo Consejo se pondría en marcha en el plazo de un mes. Y hasta hoy. Pasaron cuatro años y del Consejo nada se supo. Y nada se sabe de cuáles han sido los mecanismos de asesoramiento y toma de decisiones de los libros (pocos) que la Diputación ha editado en estos cuatro años, lo cuales por cierto han abandonado por completo su línea editorial. Desconozco si la nueva diputada, ahora que estamos al comienzo de otra legislatura tiene previsto poner en marcha de nuevo el Consejo, o si todo aquel esfuerzo y trabajo y sus beneficios consecuentes quedarán definitivamente olvidados y perdidos. Sería una lástima.

Un país normal

Un país normal El gran trompetista de jazz Chet Baker sabía extraer de su instrumento sonidos aterciopelados y envolventes. Y lo hacía a través de composiciones que sin embargo se encuadraban por derecho propio en el revolucionario bebop que cambió para siempre el jazz y, seguramente, toda la música posterior. A veces también cantaba. Y lo hacía con una sorprendente voz aniñada y femenina que más que cantar susurraba viniendo a ser una extensión de los sonidos de su instrumento. Su mente torturada por problemas de personalidad y drogadicción encontraban en la música toda la armonía que faltaba en su vida. Escuchar en silencio y soledad un tema de Chet Baker es obtener la paz y cordura de la belleza bebiendo en las fuentes de la locura. Esta mágica transformación está en la base de una parte considerable de las obras de arte. El orden y la belleza nacen del caos y la confusión. Por eso encontramos con frecuencia artistas  que andan realmente como perdidos en la vida ordinaria y muy mal dotados para resolver los problemas de orden práctico que esta, como a todos los demás, nos plantea. Para que surja la belleza hacen falta unas gotas de locura, o si lo prefieren, hace falta la irracionalidad de la sorpresa. La repetición de lo mismo, de los descubrimientos ya sabidos sin aportar novedades es aburrido y vulgar. Esto le pasa por ejemplo a la música de consumo que escuchamos a todas horas por la radio, o al cine desesperantemente tonto con que nos quieren machacar, o a la legión de poetas que escriben  como alguien que ha triunfado mediáticamente, o al arte plástico chorra con ínfulas de trascendencia que ya casi nos hace pensar que hacer el idiota con un pincel es algo respetable si se le echa el morro y las poses necesarias. El arte como mercancía es el más íntimo enemigo del arte. Quizás por eso hay hoy en día un buen nivel en la poesía en nuestro país, porque ni los más grandes consiguen ganar  un duro con ella. Esta necesidad de locura, de rotura del discurso sabido, puede incluso hacerse extensible al pensamiento en general en cualquiera de las disciplinas que se aplique, por lo que considero que el pensamiento, la cultura y el arte viven una época gris en nuestro país. Quizás se me podrían dar ejemplos de lo contrario, pero con toda probabilidad serían los frutos de algunos locos que tocan solitarios bellas baladas a la trompeta, mientras la mayoría se pone en los oídos tapones marca Bisbal. Lo normal es estéril y produce obras vulgares. Y nuestro martirizado país, por suerte, ya ha conseguido ser un país normal, por desgracia.

Sol mestizo

Sol mestizo

Llega de nuevo a nuestra ciudad el Sol Mestizo. Para los pocos que no conozcan este evento, diremos que es un festival organizado por la agrupación local de Amnistía Internacional en Albacete. En el mismo se desarrollan conciertos, exposiciones, talleres variados y distintos eventos festivos que tienen como trasfondo la idea central que mueve a esta organización; la defensa y protección de los Derechos Humanos en todos los países y bajo cualquiera de sus manifestaciones. Pocas organizaciones no gubernamentales han conseguido un prestigio como el que ha alcanzado AI, a la que se le reconoce sobre todo una inquebrantable independencia que le lleva a denunciar las violaciones de estos derechos en países con regímenes de todos lo colores. Casi ninguno se escapa de sus denuncias. Sol Mestizo se organiza este año en torno a la campaña Un niño no es un soldado. La atrocidad que consiste en arrastrar por los más variados medios a los niños a los frentes de batalla no es un caso aislado o raro. En este momento, trescientos mil niños combaten rifle en mano por todo el mundo, solamente en la República Democrática del Congo hay más de once mil movilizados. Sus tareas suelen ser las más peligrosas: servir de señuelos, desactivar minas, espiar posiciones enemigas, guardaespaldas y esclavos sexuales de los combatientes adultos. Para doblegar su voluntad se les administran drogas y alcohol, se les aterroriza sometiéndolos a  abusos sexuales o se les obliga a cometerlos ellos. Aunque fueran unos cuantos, ya sería razón más que suficiente para luchar por contener esas prácticas, pero son trescientos mil. Piensen en esa cantidad, casi el doble de la población de Albacete, una muchedumbre de niños la mayoría de los cuales no conseguirán llevarán nunca una vida normal. Muchos no quieren volver a sus lugares de origen, algunos se suicidan. Es una salvajada de una enorme magnitud. Y se produce en este mismo mundo, en este mismo momento en que usted lee esto, en el mismo momento en que nuestros niños están afortunadamente ajenos a estos dramas.  Los activistas de AI, ante esta situación deciden no quedarse quietos o mirar para otro lado y mantienen una intensa actividad de toma de información, denuncias, formación y concienciación en los lugares de mayor riesgo. Su prestigio y su red internacional de apoyos de gente de todo el mundo les da fuerza para conseguir resultados. Es una lucha noble y necesaria, por lo que los días 24 y 25 de Agosto, todos deberíamos acercarnos a brindar con ellos por ese mundo más justo por el que luchan.

Semanas culturales

Semanas culturales La pereza mental de programadores culigordos y de políticos más preocupados por cuestiones que tocan más chicha de poder que la cultura, nos regalan  cada año sus semana culturales. No hay población por pequeña que sea que no tenga su semana cultural, aunque la pobrecilla no vaya más allá de una exposición de ganchillo, un par de peliculotas, un cantautor como Sabina pero en malo, que ya es difícil, y una  racial tonadillera de cuatro pueblos más allá para los abuelos. Pero si la ciudad es de cierto empaque, de todo esto habrá dos cosas y además algún montaje de esa cosa  que llaman teatro de calle y casi seguro algo de jazz que no escucha casi nadie  pero que viste mucho en un cartel. No hay verano sin semana cultural, como no hay hortera sin transistor. ¿Porqué todo el mundo hace semanas culturales?, ¿porqué las semanas culturales hay que hacerlas cuando aprieta la calor?, ¿es que la cultura refresca?, ¿porqué es siempre “semana” y no quincena o mes o semestre?, ¿porqué se juntan las actividades en vez de esparcirlas a lo largo del calendario?, ¿porqué son tan feos los carteles de las semanas culturales?, ¿qué hacen los concejales de cultura el resto del año?, ¿cuántos chavales salen del pub para ir a ver los magnos acontecimientos culturales que les brindan?, ¿a qué concepción de la cultura responde este esquemita tan repetido?. Y no se me queden mirando que yo no tengo las respuestas para tanta pregunta borde. Pero digo yo, ¿es que no da tiempo entre el fichaje de horario flexible, encender el ordenador, el almuerzo, los necesarios comentarios de la actualidad con los compañeros, los asuntillos burocráticos, las reuniones sindicales, ordenar la mesa, apagar el ordenador y el nuevo fichaje con horario flexible para inventar nuevos modos de programar cultura?. Pero si sobra por lo menos una hora u hora y media cada día para trabajar, que al año, quitando vacaciones, puentes y festivos, días de asuntos propios, bajas por gripe y depresión, son casi doscientas horas. Claro que el peligro puede ser enorme, porque si les da por currárselo, puede que lo que tuviéramos fueran veinte semanas culturales  y doy fe de que a algunos nos meten veinte teatros de calle y morimos en medio de atroces convulsiones. Por fortuna, más allá de los programas institucionales mucha gente sabe que no hay que esperar a la semana  cultural para vivir la cultura, del mismo modo que no están dispuestos a esperar a la semana del libro para leer. Las semanas culturales son cosa de los que no tienen nada que hacer en las otras 53  del año.

Gente abollada

Gente abollada

El grupo albaceteño Surfin´ Bichos hablaba en una canción de la “gente abollada”. Lo hacía particularmente el compositor de la música y la letra de la canción, Fernando Alfaro, uno de los músicos más originales y sugerentes que ha dado la música  de los últimos tiempos en España. Por otra parte, un libro del genial humorista gráfico Quino, se llamaba del mismo modo: Gente abollada. Desconozco si Fernando se inspiró en Quino para titular su canción o fue una coincidencia. Poco importa. El caso es que ese título y esa idea son  utilizadas por dos grandes creadores, cada uno en lo suyo, para dibujar de un preciso y poético trazo una visión distinta y penetrante de una parte importante de la gente que nos rodea, o quizás un poco de todos nosotros a la vez. La expresión “gente abollada” me pareció luminosa desde la primera ocasión en que la escuché. Porque algo abollado es algo que no está destrozado, roto o inservible, sino que guarda en sus formas los golpes del tiempo pero que puede, mal que bien, seguir cumpliendo su función. No encierra el tremendismo de lo destruido y acabado, sino una sórdida carga de historia que no tiene epopeyas ni grandes victorias que contar, sino más bien una geografía de pequeños o grandes fracasos. Esta idea, aplicada a la gente, nos describe casi la vida de mucha gente y quizás la vida de todos nosotros al menos en determinadas épocas. La expresión se quedó siempre conmigo y se incorporó a mi vocabulario mental. Y cuando camino por la calle miro a la gente con poca alegría en la cara, con agobios laborales que se adivinan en su prisa, con movimientos doloridos por un cuerpo al que le desafina alguna tecla y en mi cabeza resuenan las palabras “gente abollada”. Porque la vida, incluso para aquél que la vive de un modo gozoso, es un territorio duro que siempre acaba por llenar de magulladuras a aquellos que lo transitan. Esto es así, pero nos esforzamos en no verlo, o puede que simplemente veamos poco en general y con poca profundidad. Necesitamos a los artistas y poetas para ver de otra manera, para ver un poco más lejos. Porque más vale que sepamos que acabaremos todos bastante abollados, que posiblemente contemos ya con el número suficiente de abolladuras para ir comprendiendo que nada importa demasiado. Y así, con un poco de suerte, poder albergar cierta paz y esbozar de vez en cuando una sonrisa. Si no, podríamos caer bajo la mirada de Fernando Alfaro mientras susurra “ Y se ha echao a la calle con la boca apretada, con la mandíbula cuadrada y la mente vacía. Gente abollada, luces en la ciudad”.